Un diácono en otra parroquia recién me comentaba sobre una plática mía que hace años yo le había presentado a su grupo de nuevos candidatos para ser diáconos. Ellos estaban iniciando su formación. Yo era un diácono permanente en aquel entonces y trabajaba con la Diócesis en el proceso de formación de nuevos diáconos.
Él contaba que yo los desafié, “¡Levántate! Si no están dejando su diezmo ¿qué están haciendo aquí tratando de recibirse como diáconos? ¡Actúen, hombres! Sean Católicos maduros, y unos buenos ejemplos para los demás”.
Ya yo había olvidado ese evento años atrás, pero le impresionó a él y sus colegas.