La Pascua cambia las cosas. La Pascua cambia todo.
Si la resurrección nunca ocurrió, entonces todavía estaríamos huyendo de miedo, prisioneros del miedo a la muerte permanente y sujeto a los caprichos de la superstición pagana.
La Pascua es una opción para la vida. Es una decisión que tomamos. Usted puede optar por aceptar la promesa de su bautismo. O bien, puede elegir el camino que conduce a ninguna parte, otra vez al paganismo y la supersticion.
Si somos bautizados, y cuando empezamos a conocer y comprender nuestra esperanza Pascual como la promesa de Cristo, la muerte ya no tiene poder sobre nosotros. Jesus destruyo la muerte eterna. Por supuesto tenemos miedo del sufrimiento y pena en el momento de la muerte física. Eso es muy humano.
Pero somos gente de Pascua. Con la esperanza de nuestra resurrección siempre en nuestros corazones y mentes, somos liberados del viejo miedo a la muerte, y tenemos con una nueva esperanza para nuestro futuro. Empezamos a preocuparnos de que nuestros seres queridos compartirán nuestra esperanza y nuestro futuro con nosotros. Empezamos preocuparnos por nuestro propio futuro, y que no lo ponemos en riesgo viviendo nuestras vidas de maneras falsas, egoístas, peligrosas y destructivas que nos separan del amor de Dios. De repente queremos cambiar. La Pascua cambia todo.
Hacemos frente a desafíos. En la primera lectura, leemos que Pablo y Bernabé al volver a las comunidades de fe,
“… animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.”
Por la Pascua estamos destinados a vivir con Dios en el cielo. Leemos en la Escritura,
“Ésta es la morada de Dios con los hombres;
vivirá con ellos como su Dios
y ellos serán su pueblo.
Dios les enjugará todas sus lágrimas
y ya no habrá muerte ni duelo,
ni penas ni llantos, porque ya todo lo antiguo terminó”.
Esta es nuestra esperanza Pascual, vivir eternamente con Dios en el cielo.
Pero debemos escoger honestamente, con mucho valor, a desafiarnos a nosotros mismos, nuestras creencias y nuestros comportamientos. Hay demasiada tentacion al pecado en nuestro mundo. Aquí en la tierra hay que aprender a amar. Esto no es simplemente una sugerencia, sino un mandamiento, como Jesus dijo en el evangelio hoy,
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos.
Aquí todo el mundo sabe que esto será difícil. Los apóstoles nos advirtieron a perseverar en la fe, como hemos escuchado,
… hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.
Estas dificultades consisten en gran medida en cambios en nuestras propias vidas. Tendremos a amarnos a nosotros mismos menos con el fin de tener amor por el otro. En este encontramos sacrificio personal. Difícil de madurar sin sacrificios. Es posible que tengamos que dejar de lado muchas de nuestras cosas favoritas si vamos a servir a los demás.
Pero asi crecemos en amor y virtud, con disciplina. El amor se convierte en el nuevo criterio con el cual debemos medirnos. ¿Como vamos en el camino hacia Dios? Por nuestro amor. El amor es donde Jesús nos pide que vayamos, para que podamos vivir con Él. Si somos discípulos de Jesús, no es simplemente debido a nuestro conocimiento, pero debido a nuestro amor y preocupación por los demás. Entonces amen unos a los otros. Así es como vamos a reconoceer que somos gente de la Pascua.