La Confirmación. Estamos en la temporada del Sacramento de la Confirmación.
Pero, parece que hace falta algo importante, especialmente porque tanta gente, familias enteras desaparecen de la Iglesia, de la vida parroquial después de recibir el Sacramento de Confirmación. Algo semejante suceda después de la Primera Comunión.
Parece que lo que hace falta es la experiencia y los milagros del Espíritu Santo en nosotros. El Espíritu Santo si funciona dentro de nosotros, y nos ayuda, haciendo maravillas en nosotros. No lo podemos ver con ojos del mundo, pero si podemos ver lo que hace; podemos ver el fruto de su trabajo.
Pero no pueda suceder si el Espíritu Santo no esta dentro de nosotros. Es imposible que el Espíritu Santo funciona dentro de nosotros si no lo tenemos adentro. Y no lo vamos a tener adentro si no lo invitamos entrar en nuestros cuerpos y nuestras almas. El Espíritu Santo esta totalmente bloqueado para muchos de nosotros, incluyendo a muchos de los jóvenes quienes acaban de recibir el Sacramento.
Tenemos que invitar al Espíritu Santo, cada uno de nosotros con claridad, sinceridad y honestidad o no va venir a nosotros. Tenemos que invitarlo no una vez, si continuamente, y decir, “Ven Espíritu Santo, ven!”
Con demasiada frecuencia parece que muchos piensen que el Sacramento de la Confirmación es un acto religioso que el Obispo hace a mostros, como el es la causa del Espíritu y el hace algo a nosotros, como un acto externo, o un poder sobre nosotros.
Después muchos, especialmente los jóvenes están desilusionados porque no ven nada y nada cambia. No sienten nada. Quizás es solo un acto, religioso pero vacío, quizás un fraude. Pero esto viene un mal entendimiento de quien es Dios, y quien es el hombre.
Dios no invade a nuestras almas. ¿Han oído decir que Dios puede hacer todo que quiere, y, “no hay nada que Dios no puede hacer?”
Dios nos creo totalmente libre de voluntad. Es la única manera en que Dios puede recibir el amor del hombre; solo si el hombre ama a Dios con toda libertad. El hombre es libre de amar o no a Dios. Pero, cuando ame el hombre a Dios, Dios sabe que es real, sincero, porque ese amor es libre.
Eso es la razón porque Dios no nos invade, no nos fuerza. Dios nos ama y nos respete, en espera que nosotros le amamos a El.
Aun la Virgen María, en la Anunciación fue libre a negar a Dios. María no fue violada por Dios. Es importante recordar que María invito a Dios para concebir a su hijo.
María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».
Nosotros debemos hacernos como María. Cuando nosotros invitamos a nuestro corazón al Espíritu Santo, los milagros pueden comenzar. Si no lo invitamos, los milagros no se pueden hacer en nosotros.
Si recibimos el Sacramento de la Confirmación y no invitamos al Espíritu Santo, Dios esta bloqueado. Quedaremos vacíos, aislados dentro de nosotros mismos, pero sin Dios. No importa cuanto de los Santos Oleos que el Obispo pone en nosotros, no suceda nada si no invitamos al Espíritu Santo. Padres, preparen a sus hijos a abrirse al Espíritu Santo e invitarlo.
Si simplemente desaparecen después de recibir el Sacramento, entonces demuestren que están cerrados a Dios. Padres, por favor, no permiten esto. Ensénenlos a decir, como María, “Ven Espíritu Santo, ven a mi corazón.”
Hoy celebramos la Solemnidad de la Santa Trinidad. Así creemos que Dios es uno, en tres personas, Padre, Hijo e Espíritu Santo. Creemos en un solo Dios; y lo experimentemos Nuestro Dios en tres Personas.
Nuestra experiencia de Dios Padre es como Creador, porque nos hizo, nos formo de nada. Experimentemos o percibamos a la eternidad, porque solo Dios es eterno. La eternidad se atribuye al Padre. Nosotros solo podemos tener vida eterna en El. Aparte de Dios, la vida eterna es imposible.
Nosotros experimentemos al Hijo en la Palabra de Dios, cuando escuchamos o leemos las Escrituras. San Juan nos dice que,
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios….
….
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
La Palabra era Jesús, quien tomo carne de su madre, María.
Jesús es el imagen de Dios. El Padre y El Espíritu Santo son invisible, pero Jesús es visible, el imagen del Padre para nosotros. En la Ultima Cena, Jesús dijo,
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto»
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: «Muéstranos al Padre»?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? …
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.
…. Jn 14:8-11
Nosotros experimentemos a Dios en la Santa Eucaristía. Jesús nos dijo,
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo» Jn 6:51
Experimentemos a Dios en el Espíritu Santo cuando decimos profundamente, con toda sinceridad, y con toda esperanza, “Ven Espíritu Santo, ven a mi corazón.”
Cuando amamos, nuestro amor esta alimentada por el Espíritu Santo. Experimentemos la Fe y la Esperanza, y estos vienen del Espíritu Santo. Cuando nosotros pedimos a Dios que nos ayude con la paciencia, la perseverancia y la humildad, estos nos llegan del Espíritu Santo. Experimentemos al Espíritu Santo en la Belleza, porque nos ilumine el Espíritu Santo para percibir la Belleza. Experimentemos al Espíritu Santo en el Confesionario en el perdón de Dios. El Perdón nos llega a través del Espíritu Santo.
Pero de todas formas tenemos que pedirlos. Dios no nos va a forzar estos a nosotros. Tenemos que invitar a Dios, o nunca vamos a experimentar un milagro. Tenemos que tener la humildad para pedir el Espíritu de Dios, y para vivir eternamente en la Santa Trinidad.
Toda la Santa Trinidad vive en nosotros cuando invitamos a Dios, Padre, Hijo e Espíritu Santo. Cuando nosotros alabamos a la Santa Trinidad, así podemos reconocer a nosotros mismos, verdaderamente completos, porque no podemos ser completos sin la Santa Trinidad.
Cuando estábamos bautizados, recibíamos de la Iglesia el mandamiento de Dios, cuando Jesús dijo a sus discípulos,
Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
El va estar con nosotros, pero solo si decimos como María,
“Ven Espíritu Santo, ven a mi corazón.”