Hace unos días, se reportó en la prensa que el Papa Francisco mando excomunicado a la mafia, sus líderes y los quienes apoyan las actividades de la mafia.
El papa Francisco dio un paso más en su oposición frontal a la mafia. El Papa hablo delante de decenas de miles de vecinos de Calabria en Italia, la tierra de la mafia, el lugar donde el pasado mes de enero Cocò, un niño de tres años, fue asesinado y carbonizado junto a su abuelo durante la escenificación macabra de un ajuste de cuentas.
Dijo el Papa que la mafia “es la adoración del mal, el desprecio del bien común. Tiene que ser combatida, alejada. Nos lo piden nuestros hijos, nuestros jóvenes. Y la Iglesia tiene que ayudar. Los mafiosos no están en comunión con Dios. Están excomulgados”.
Esa acción por el Papa tiene su fundamento en el evangelio de hoy, cuando Jesús cambió el nombre de Simón, diciendo,
“Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos:
lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo,
y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.”
Estas palabras escritos en el evangelio de San Mateo fueron escritos unos veinte anos después de la Crucifixión y Resurrección de Jesucristo. Fueron tan importante estas palabras que San Mateo hizo a la iglesia recordar de su autoridad sobre el mal; autoridad otorgado por Jesucristo.
Ustedes se acuerden que uno de los mas grandes quejas de los Judíos en contra a Jesús se presento cuando Jesús decía a unas personas,
“Tus pecados están perdonados”.
La queja era que solo Dios puede perdonar a pecados. Bien, Jesús es Dios.
San Pedro y los demás Apóstoles recibieron esta autoridad directamente de Jesús. Escuchen otra vez lo que dijo,
Jesús les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
Pedro contestó: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.”
Jesús le replicó: “Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.
Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea “Piedra”), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia;
los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.”
O sea,
“Simón, por tu fe eres mi piedra en la tierra.” Y Jesús estableció su iglesia sobre esta piedra. El Espíritu Santo revelo la verdad a Pedro y los apóstoles, a nuestra iglesia, y nos da poder y autoridad sobre los demonios, el mal y el pecado.
De vez en cuando una persona se presenta a mi diciendo que ellos habían observado a unos malos espíritus alrededor de nuestra iglesia. Es como ellos quieren espantarme. Yo les respondo, “Por supuesto están aquí atacando y buscando como hacernos caer. ¡Nos odian! Pero no tengo nada de temor de ellos.
No les hagan caso. ¿Que pueden hacer contra una persona quien no falte la misa, a una persona que comulga con frecuencia y confiesa con regularidad? Estos espíritus son unos espíritus inútiles. Jesús nos dijo varias veces, “Non tengan miedo.” No les tienen miedo, Uds. ¡No les hagan caso a esos espíritus de mal! Si, existen. Pero ¡No son nada! No tienen ninguna fuerza si Uds. no les hagan caso y practican su fe.”
El problema con cualquier tipo de superstición, brujería, santería y curanderos, es que estas actividades les hacen caso a los demonios y sus colegas. Eso es pagano. Estas actividades abren la puerta al mal en nuestras vidas. Mi pueblo, ¡Tengan cuidado!
San Pablo dijo que el proclamo claramente,
“El mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos.”
Por los apóstoles tenemos las palabras de vida eterna.
Quiero también hablarles sobre la Confesión, ahora que Cristo nos ha dado a la iglesia autoridad sobre el mal y el pecado. Es demasiado obvio a un sacerdote cuales personas participen en el Sacramento de Reconciliación, la Confesión. Es demasiado fácil observar la diferencia entre personas quienes confiesen regularmente y los quienes no confiesen con regularidad. ¿Que es la diferencia?
La sensibilidad al pecado. Las personas quienes no confiesen con algo de regularidad pierden, poca a poco su sensibilidad del pecado.
Vamos a usar la imaginación. Vamos imaginar que cada día te despiertas y no te bañes, y pones cada día la misma ropa que usaba en los últimos días. Cada día, sin bañarse, visten con la misma ropa de ayer, incluyendo a los interiores y medias. Después de unos días, tu ya no detectes nada extraño. Con cada día que pasa pierdes algo de sensibilidad, hasta que no sabes que estas sucio y oloroso.
Es así con el pecado. Si no tienes el habito de examinarse y limpiarse tu conciencia con frecuencia, pierdes la sensibilidad. Llega el momento en que ya no te conoces a ti mismo. Aunque los demás pueden verte con mas claridad, no es obvio a ti. El pecado nos hace ciego e insensible.
Es por esta situación que Jesús dio a su iglesia la autoridad sobre el pecado y los sacramentos. Por nuestra salvación nos llama a confesar nuestros pecados, pedir perdón y hacer reparación y penitencia. Eso es el mensaje de los apóstoles, que nos reconciliamos y comulgamos para vivir en el reino del cielo por la eternidad.