El evangelista Marcos está anunciando hoy un cambio grande en la historia del mundo. Las cosas estaban al punto de cambiar radicalmente con la llegada de Jesucristo, el hijo de Dios. El Mesías fue previsto por siglos por el Espíritu Santo a través de los profetas. Y Juan el Bautista decía que,
«Detrás de mí viene uno con más poder que yo.»
Juan predicaba el bautismo y la conversión para alcanzar el perdón de los pecados.
Cuando Juan bautizó a Jesús, El Espíritu Santo bajo sobre él, y del cielo todos escuchaban estas palabras,
«Tú eres mi Hijo, el Amado, mi Elegido.»
Algo grande estaba pasando en el mundo. Algo tenía que cambiar.
El mismo Espíritu Santo impulsó a Jesús al desierto donde se encontró en una guerra espiritual con Satanás. Satanás tentaba a Jesús con unas tentaciones tremendas. Pero Jesús lo venció y salió victorioso sobre Satanás. Eso es sumamente importante para nosotros. Esta guerra y victoria sucedieron inmediatamente antes de que Jesús inicio a su ministerio en el mundo. Satanás ya fue vencido por Jesucristo. Algo en mundo tenía que cambiar.
Ahora, cuando Jesús viene predicando, él dijo con plena confianza,
«El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva.»
o sea
«¡Arrepiéntanse!»
¡Algo tiene que cambiar!
De vez en cuando nos acostumbramos a vivir la vida como siempre, a hacer siempre lo mismo, la misma rutina, pero, ¡Algo tiene que cambiar!
La iglesia lo sabe, y entiende que si continuamos como si nada hubiera cambiado corremos a nuestra propia destrucción.
Nuestra fe no puede ser solamente mostrada en lo externo de nuestras vidas. Algo tiene que cambiar.
Por eso tenemos la temporada de Cuaresma. La Cuaresma dura cuarenta días siguiendo el ejemplo del tiempo que Jesús pasó en el desierto preparando para su ministerio público. Como escuchamos en el miércoles de Ceniza,
“¡Recuérdate hombre que eres polvo, y a polvo volverás!”
En la oración de Miércoles de Ceniza rogábamos que nuestros actos de penitencia,
“… nos ayuden a vencer al espíritu del mal.”
¡Hay una guerra! Es una guerra para nuestras almas. Es una guerra entre Nuestro Dios y los príncipes del mundo, los demonios que nos quieren dominar a nosotros. No es invento. Es real. ¡Es cuestión de vida o muerte eterna!
¿Quién está ganando? ¿Usted? Si está ganando el mundo, ¡algo tiene que cambiar!
La Cuaresma es momento para evaluar esta guerra espiritual e investigar en que tenemos que pelear y resistir en el mundo en nuestras vidas. Pero solo podemos evaluar en reflexión y oración. Hay que hacer espacio y silencio en su vida para reflexionar y orar.
¿Recibieron sus cenizas el miércoles pero no pueden encontrar en su corazón la necesidad de venir todos los Domingos a la misa? ¿Quién está ganando esta batalla?
¿Recibieron sus cenizas pero no rezan diariamente? ¡Algo tiene que cambiar!
¿Vienen a la misa pero no contribuyen su diezmo? ¿Quién está ganando esta batalla?
¿Llegaban a recibir sus cenizas pero no van a la Confesión regularmente? La iglesia dice que debemos confesarnos por lo menos una vez al año. ¿Cómo sería si la iglesia nos dijera que tomáramos un baño solamente una vez al año? En mi propia experiencia yo tengo que confesarme con más frecuencia, como una vez cada mes o cada dos meses. Si no me confieso, entonces pierdo el hábito de reconocer mis pecados; y comienza el mundo a ganar en mi vida.
Ahora ¿de qué se trata el ayuno y los sacrificios? El ayuno nos ayuda ejercer un poco el control sobre nuestros deseos y apetitos, y fortalecer nuestra propia voluntad.
Nuestro auto-disciplina requiere que nos controlemos de vez en cuando. Si siempre dejamos que ganen nuestros deseos y apetitos estamos perdidos. Es más fácil que nos domina el mundo con sus tentaciones cuando no hacemos lucha personal. La única forma de tener auto-disciplina es practicarlo. Algo tiene que cambiar.
La iglesia nos enseña también que debemos ayunar rezando y dando limosna. Ayunar sin rezar y sacrificar es una forma de auto-abuso, y no sirve para nada.
Muchas veces hace falta en nuestras vidas el silencio. La reflexión y la oración debemos hacer en silencio. ¡Apaga el celular y la televisión! Cuantas veces visito yo a un hogar y la gente no apagan el televisor. ¡Qué distracción! No podemos rezar o vivir en el ruido. Esto manifiesta que tan difícil es para la gente conocer a Dios si no hay silencio.
Ayuno y penitencia; Oración y limosna. Esos son las armas de auto-disciplina para el crecimiento espiritual. Si no las practicamos nos falta algo importante en la vida, y estaremos perdidos. Si no los usamos quedamos muy inmaduros espiritualmente. Es cuestión de vida o muerte eterna.
Nuestra esperanza es la Resurrección. Somos gente de la Pascua, de la Resurrección. (“We are Easter People!”) Estamos subiendo la montaña de la Pascua. Compartiremos la vida eterna si perseveremos en madurez espiritual. La Resurrección no se logra automáticamente. La vida eterna requiere nuestro compromiso. ¡Renuncian al mal!
¿Qué triste seria para los que ignoran las lecciones de la Cuaresma y no hacemos ningún cambio personal?
Como dijo Jesús,
“¡Arrepiéntanse y crean en el evangelio!”
¡Algo tiene que cambiar!