El salmo dice,
“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.”
Antes de nuestro bautismo, vivimos bajo sentencia de la muerte. Sin nuestro bautismo no podemos tener esperanza de vida eterna. El bautizo nos hace ciudadanos del cielo, hijos de Dios, ciudadanos de su reino, y miembros de su iglesia. Con el bautismo podemos recibir los sacramentos de la iglesia. San Pablo escribió a los cristianos de Corinto,
“… a la comunidad que esta en Corinto. A todos Uds, a quienes Dios santifico en Cristo Jesús y que son un pueblo santo, así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor Nuestro y Señor de ellos.”
Por su bautismo ellos recibieron la invitación a la vida eterna y vivir en el Reino del Cielo, igual a el, San Pablo, e igual a nosotros.
Después de su bautismo, estamos invitados al Altar para recibir el Pan de Vida. Juan el Bautista nos dice en el Evangelio, cuando observa a Jesús acercando,
“Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo….
… ese es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo, …
este es el Hijo de Dios.”
Entonces, ¿que significa ser un parroquiano?
Ser parroquiano es nuestra respuesta al don de nuestro bautismo y vida eterna con Dios. El salmo nos dice,
“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.”
Ser parroquiano es nuestra respuesta a Dios, diciendo, “Si, cuentan conmigo. Estamos diciendo que no estamos en ningún “Unión Libre” con la iglesia, sino comprometido con la iglesia. Igual como decimos en el Sacramento de Matrimonio, que aceptamos el compromiso de amor, “Puedes contar conmigo.”