Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes,
sus caminos no son mis caminos, dice el Señor.
Porque, así como aventajan los cielos a la tierra,
así aventajan mis caminos a los de ustedes
y mis pensamientos a sus pensamientos».
Y, el quien es inmaduro espiritualmente dice, «¡No es justo!»
¿Con qué frecuencia oímos eso? Lo escuchamos de los niños y jóvenes. Lo escuchamos entre novios y maridos. Escuchamos eso en la política. Escuchamos eso en el lugar de trabajo. “¡No es justo!”
Cuando sucede entre familia, de los niños a sus padres, sabemos muy bien que la forma de pensar de los padres es muy por encima de los niños. Si es así, entonces, cuanto más seria la forma de pensar de nuestro Padre en el cielo encima de nosotros; ¡mucho más avanzado! Infinitamente más avanzado.
El Evangelio de hoy nos presenta un ejemplo del malentendido de la «igualdad». Lo que no parece justo por los hombres, si es justo para Dios. Los primeros trabajadores contratados por el terrateniente en la parábola de Jesús, accedieron a su salario antes de ir a trabajar. Pero, más tarde, al ver a los que contrataron para trabajar sólo una hora, vieron al hacendado dar a los recién llegados el mismo salario que recibían después de trabajar todo el día, y decían en otras palabras: «Eso no es justo».
Puedo imaginar que, si esto ocurriera en cualquier lugar de trabajo hoy en los EUA, habría quejas registradas y, quizás, incluso amenazas de demandas legales, porque, ”¡No es justo!» Que el que trabajara sólo una hora obtendría lo mismo sueldo como el que trabajó todo el día. Dios dijo al profeta Isaías.
Porque, así como aventajan los cielos a la tierra,
así aventajan mis caminos a los de ustedes
y mis pensamientos a sus pensamientos».
En nuestra vida de fe, llegamos a saber que nosotros no somos los jueces de la justicia divina, pero Dios si es. Dios es nuestro juez, no somos jueces de Dios. Y si queremos a Dios, tenemos que aprender como El juzga.
Sin embargo, muchos de nuestros valores y estándares modernos juzgarían que el camino de Dios no es justo.
La lucha en nuestra vida de fe es aprender que los caminos de Dios están muy por encima de nuestros caminos, y no debemos juzgar a Dios, sino aprender Su Voluntad.
Imagínese el obstáculo que podemos enfrentar en nuestro propio juicio final, cuando morimos, si observamos que Dios nos da lo mismo a nosotros que está dando a otro, otro que no juzgamos digno.
Dios dice,
‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’
San Pablo nos dice,
Sólo, conducirse de una manera digna del evangelio de Cristo.
Y así será que,
los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos.