«Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beban su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitare el ultimo día.”
Muchos de sus discípulos abandonaron a Jesús al escuchar estas palabras, pero los apóstoles se mantenían fieles a él y seguían madurando en la fe. Cuando Jesús pregunto a Simón Pedro porque él no lo abandono también, San Pedro le respondió,
“Señor a quien iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.”
En este momento de la instrucción por Jesús del Pan de Vida estamos observando a Pedro y los apóstoles crecer en madurez espiritual. Es un momento clave en el inicio de nuestra iglesia. Cada uno de nosotros tenemos que tomar la misma decisión con respecto a Cristo y su Santísimo Cuerpo y Sangre para el perdón de nuestros pecados, y la vida eterna. Es momento de conversión.
Madurez espiritual requiere que protegemos a nuestra fe, viviendo con cuidado una vida moral, siempre abierto a la conversión moral.
San Pablo dijo a los Efesios,
“Tengan cuidado de portarse no como insensatos, sino como prudentes, … porque los tiempos son malos.”
Regularmente debemos revisar nuestras vidas, si estamos realmente viviendo lo mejor que podemos quienes tomamos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, para nuestra vida eterna.
Por eso en el principio de cada Misa decimos,
“Para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.”
El pecado nos separe de Dios.
Recientemente les dejábamos para cada persona copias de los Diez Mandamientos, y todavía hay en las puertas. Úsenlas para continuar su conversión, madurando en la fe.
También será útil examinar lo que no es pecado. Con demasiada frecuencia mucha gente confiesa dudas, enojos e impaciencia; pero ignoran a los pecados más importantes y los Mandamientos de Dios. Dudar no es pecado. Los Apóstoles tenían sus dudas, y Jesús no les condenó. El enojo no es pecado. Jesús se enojó con los comerciantes en el Templo. La impaciencia no es pecado. Jesús fue impaciente de vez en cuando con sus discípulos. Las emociones nunca son pecados. Romper los Mandamientos de Dios, haciéndose rebelde a Dios, eso sí es pecado.
Entonces vamos todavía más profundo para examinar el pecado y la voluntad de Dios. El profeta Jeremías proclamaba las palabras de Dios, “Pondré mi Ley en su interior, la escribiré en sus corazones.” (Jer. 31:33) Cuando nuestros corazones están alineados con Dios, con lo que Él quiere, lo deseamos nosotros.
Podemos hablar de leyes que son “externas” a nosotros, y leyes que son “internas” a nosotros. Las leyes que están escritas en mi corazón son internas; las he interiorizado. Gran parte de nuestra conversión es conocer y hacer interno los Mandamientos de Dios.
Dios no nos impone su ley. Podemos medir, en cierta forma, nuestra madurez espiritual en la medida que aceptamos los mandatos de Dios. Cuando revisamos los Diez Mandamientos, podemos ver si estamos viviendo de acuerdo a ellos, o si no estamos conforme. En la medida que estamos conforme a la voluntad de Dios podemos medir nuestra madurez espiritual, o quizás buscar gracia para más conversión a Dios y crecimiento en las áreas que falten.
Por ejemplo, la ley contra la matanza, la acepto. Esta “interna” a mí. Está escrito en mi corazón. Al contrario, la ley que regula la velocidad de tránsito a 70 millas por hora, en la Interstate 35, me cuesta aceptar. Honestamente, no puedo decir que las leyes de transito están escritas en mi corazón. Las leyes de transito normalmente son “externas” a mí. Son impuestos exteriormente.
Los Diez Mandamientos están escritos en el Antiguo Testamento de la Biblia, y representan la Voluntad de Dios. Son la palabra de Dios.
El sexto de los mandamientos es, “No cometerás adulterio”, y es cierto que esté escrito en mi corazón, como es la de no matar. Estas leyes los he hecho “internos” a mí.
El mes pasado yo les explicaba que yo tenía que enseñarme a mí mismo el concepto de no robar ni siquiera paper clips, grapas, para aprender que lo que no es mío incluye hasta la más mínima cosa. También, incluye no copiar en un examen de la escuela. Me costó trabajo para madurar espiritualmente y convertirme con respecto al séptimo Mandamiento, “No robar”. Pero ahora, está escrito en mi corazón: No robar nada que no es mío. Eso fue un ejemplo de mi conversión personal. Nuestro Dios deseaba escribir esa ley en mi corazón. Pero no lo acepté antes de mi conversión en ese aspecto.
También, yo les confieso que todavía estoy madurando con respeto al tercer Mandamiento de Dios que dice, “Acuérdate del día Sábado para santificarlo”. Sábado se entiende como “séptimo día”, y luego de la Resurrección de Jesús, los cristianos lo cambiaron a lo que es ahora “Domingo”, el día del Señor. Estoy progresando, pero todavía me hace difícil obedecer esta ley, aunque Dios nos ha dicho, “Les he dado seis días para hacer lo que quieren, pero el séptimo día es míó.” Y, “No hagan que otra persona trabaje”, ni sus familiares, ni sus esclavos ni sus empleados. O sea, cuando voy de compras en un Domingo no estoy obedeciendo a Dios, y soy parte de la causa de que otros rompan esa ley.
Simplemente asistir a la Misa de Domingo no es suficiente para cumplir con este Mandato. Faltar la Misa es malo, pero hay cosas todavía peores.
¿Santificar todo el día, dedicando todo el día para descansar y orar, pasarlo con familia y amigos, y no trabajar, ni hacer compras? No tenemos ningún derecho de robar de Dios su Día, ni a cambiar ninguno de los mandamientos de Dios. Ruego a Dios que me ayude a bajar mis resistencias a su voluntad. Yo deseo conformar mi corazón a Dios; No espero que Dios se conforme a mis deseos. Eso es conversión; eso es madurar.
Es pecado cuando sigo rompiendo las leyes de Dios, escogiendo yo cuales de sus mandamientos yo voy a seguir, y cuando. Podemos decir que yo soy mi propio dios en muchos casos. Yo decido cuando es conveniente que yo siga su voluntad. Eso no es obediencia. Eso es conveniencia, rebeldía y falta de respecto para mi Dios. Así rompo el primer Mandamiento, “No tendrás otros dioses fuera de mí.”
Veo más claro ahora que los Diez Mandamientos es un don de un Padre quien ama a sus hijos porque nos ayuda a escapar del caos y vivir en el orden. Un buen padre no quiere sino paz para sus hijos.
Cuando hay adulterio en cualquier familia o vecindad, o entre un grupo de amigos, se abre la puerta al caos grave. La violación de la paz es profunda y dolorosa para matrimonios, familias y amigos.
La orden y la paz, estos son fruto de seguir fielmente los Mandamientos de Dios. Cuando ignoramos sus Mandamientos estamos fuera de control, fuera de paz. En caos. Lejos de Dios.
Mi deseo, mi oración es que esta comunidad conozca y viva en la paz y el orden de los Diez Mandamientos de Dios.
He observado en esta parroquia que muchos quienes vienen a la Confesión, no conocen la oración para el Acto de Contrición. La ensenamos a todos para su Primer Comunión. La usamos en cada Confesión. La iglesia recomienda que lo recemos diariamente, examinando nuestras acciones y pidiendo diariamente que Dios nos perdone. Yo recomiendo que los padres recen esto cada día con sus hijos antes de acostarse. Tenemos tarjetas para cada adulto y niño aquí. Rézalo. Memorízalo. Madúrense espiritualmente, creciendo en su relación con Nuestro Dios.
Hay suficientes tarjetas para que cada persona tenga una copia. Reconozcan sus pecados. Examinen su propia madurez espiritual. No somos perfectos, pero no debemos ignorar como debemos portarnos como hijos de Dios en el Reino de Dios.
Jn 6:51-58