Los Siete Pecados Capitales La Avaricia
Recién iniciamos una serie de homilías examinando los Siete Pecados Capitales, y ya hemos revisado el pecado de la Ira. En las semanas que viene vamos a seguir revisando uno por uno los otros Pecados Capitales. La iglesia ha contemplado los Pecados Capitales desde el tiempo de Jesús y los apóstoles, como hemos escuchado en las lecturas hoy.
El pecado, en términos sencillos, no es nada mas que un acto malo. Pero el pecado es siempre una decisión personal que nos separe de nuestro Dios. El pecado mortal es fatal; nos mata por que nos separa de Dios. No hay vida eterna aparte de nuestro Dios. Solo hay vida eterna con Dios. Solo Dios es eterno. El pecado mortal nos separa de nuestro destino: El cielo y nuestra salvación. El Pecado Capital nos lleva al odio y al pecado mortal. Así perdemos la Vida Eterna.
Los Siete Pecados Capitales son pecados mortales por que son fuentes de pecados. Si estamos cometiendo Pecados Capitales, estamos haciendo no uno, sino una serie de pecados que siguen del origen, y nos separan de Dios. Así formamos hábitos de pecados.
Los Siete Pecados Capitales incluyen: El Orgullo, la Gula, la Avaricia, la Lujuria, la Pereza, la Envidia y la Ira o el Enojo. Cada uno es decisión personal. Somos siempre libres a escoger o no escoger estos pecados según las decisiones diarias que todos hacemos.
Vamos a continuar hoy con la Avaricia. La avaricia es conocida también como codicia y tacañería. La avaricia es un amor desordenado y un deseo de los bienes del mundo, lo cual incluye el deseo y el amor por las riquezas, posesiones, dinero, conocimientos y un amor desordenado de poseer. En fin, los avaricioso aman mas al mundo que al Dios.
Tenemos siempre que separar la emoción del pecado. Dios nos formo con nuestras emociones y necesidades naturales. Por eso, es totalmente normal la necesidad que todos tenemos de sentirnos seguros y del derecho fundamental de poseer lo que necesitamos para la vida. Como marido y padre de familia yo sentía la necesidad de dar a mi esposa y mis hijos una casa, un hogar, ropa y comida. En los Estados Unidos por las distancias naturales, tenemos necesidad de tener automóviles. Necesitamos ropa y relojes. Hoy día mas y mas dependemos de nuestras computadoras y teléfonos y el internet para funcionar en la sociedad. Usamos dinero para conseguir lo que necesitamos. El dinero en si, nunca es pecado. Poseer nuestras necesidades es normal y no es ningún pecado. No es ningún pecado experimentar estos deseos para la seguridad y bien que necesitamos como humanos y familiares y amigos. Repito: Sus emociones y necesidades naturales no son pecados.
Ah, pero cuando nuestras posesiones nos posean a nosotros, ya comenzamos a tener problemas y entrar en el pecado. Es siempre por nuestra decisión, y casi siempre por nuestro egoísmo.
Cuando revisemos a nuestras prioridades es cuando nosotros comenzamos a ver claramente si hemos pecado de avaricia. San Pablo esta hablando de eso cuando dijo,
“Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde esta Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida esta escondida con Cristo en Dios.”
Si amamos mas al mundo que a Cristo, entonces no podemos tener vida eterna. Si los bienes del mundo nos poseen, entonces no podemos poseer al cielo.
San Pablo dijo,
“Den muerte, pues, a todo lo malo que hay en ustedes: la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una forma de idolatría.”
Los bienes y el dinero si pueden llegar a ser ídolos para nosotros, y eso es peligroso para nuestras almas.
En el Evangelio de hoy, Jesús dijo,
“Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea.”
Jesús presento una parábola de un hombre rico quien estaba considerando la abundancia de su cosecha. En la parábola, Dios dijo al rico,
“¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes? Lo mismo le pasa al que amonta riquezas para si mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios.”
Para cada uno de los Pecados Capitales existe un virtud. Podemos luchar contra los Pecados Capitales con estas virtudes. Para el pecado de la avaricia, existe el virtud de la “generosidad”. Cuando experimentamos la tentación de avaricia, podemos escoger actos de generosidad para combatir el pecado. Si queremos dominar a la avaricia debemos planear el combate, y hacer la generosidad parte de nuestro plan de vida.
Todos tenemos que pagar mensualmente la renta, la luz, el agua, la comida, etc. Eso es normal. Sin embargo, ponemos a riesgo nuestra vida eterna cuando comenzamos a pensar que lo que damos a Dios o a los pobres, solo lo podemos tomar de lo que nos queda después de pagar la renta y la comida. Cuando hacemos esto, entonces estamos mostrando que Dios viene es el ultimo de nuestras consideraciones. Mostramos así que no estamos planeando o anticipando a Dios. Mucha gente me repitan la frase, “¡Primero Dios!” Pero, es mentira, si ellos mismos no actúan como “¡Primero Dios!” Si en verdad Dios es primero para nosotros, entonces, estaríamos haciendo planes para poner Dios primero en nuestras vidas. ¿Como?
Por ejemplo, no faltando a la Misa demuestra nuestra generosidad hacia Dios. ¿Como participamos en la vida de la comunidad? Con frecuencia debemos pensar y examinar nuestra generosidad. La generosidad es una arma en contra del pecado de avaricia. Otro ejemplo, consideran el ministro de Acomodador es una manera de luchar contra la avaricia porque nos presenta oportunidades de ser generosos con los quienes vienen a la misa. La limosna para los pobres, o el diezmo son actos de generosidad contra nuestra avaricia, especialmente cuando los hacemos parte de los planes de nuestra semana, anticipando la necesidad de otros y nuestra cooperación en la vida de la iglesia. Con demasiada frecuencia, la canasta del diezmo es una sorpresa para los quienes vienen a Misa. ¿Porque no lo anticipaban? Por falta de generosidad? O la gente dicen, “Solo quieren dinero en la iglesia!” ¿No es este comentario también un señal de la falta de generosidad y la falta de madurez espiritual?
Como cristianos, la generosidad es un ejemplo de nuestra madurez espiritual. Ayudamos a nuestros niños madurar en generosidad con nuestros ejemplos. En la niñez es natural que un muchacho se emociona por lo que es su propiedad. “¡Es mío!” Pero es madurez espiritual cuando observemos a un muchacho ofrecer lo que tiene a otro.
La única persona quien puede separarnos de Dios es nosotros mismos. Dejar que nuestras emociones nos controlen es inmaduro, y abre la puerta al pecado. No cometan el pecado de avaricia. Sean generosos. Aprendan del Señor Jesús que la opción a la avaricia es la generosidad.
Lucas 12:13-21