La samaritana dijo a Jesús,
“Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo.”
Jesús le contesto,
“Soy yo, el que habla contigo”.
En el Antiguo Testamento, cuando Moisés acerco la zarza ardiendo, hablo Dios con Moisés para mandarlo a librar los israelitas del Faraón e Egipto. Moisés le pregunto el nombre de Dios para decirlo a los israelitas.
Dios dijo a Moisés:
“Yo soy: YO-SOY.” Así dirás al pueblo de Israel: YO-SOY me ha enviado a ustedes.”
Jesús así se identifico con la samaritana. Jesús es el Mesías. “Soy yo.” Mas claro no puede ser.
Su conversación con la mujer se trataba de la sed. Jesús le pidió agua para su sed física, pero el sabia que ella tenia sed profundo, sed espiritual. Si tomamos agua natural, vamos a volver a tener sed, y otra vez buscar agua del mundo. El agua nunca puede resolver nuestra sed espiritual. Jesús la explico que hay un “agua” que viene de el que da vida eterna. Si tienes vida eterna, no vas a necesitar agua del mundo para vivir eternamente. Estaba hablando del Espíritu Santo, que Cristo venia a dar al mundo. La mujer le respondió.
“Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla.”
Todavía no entendió, pero algo ya estaba pasando en esa mujer. Ella tenia sed del espíritu. Siempre volvía al mundo para satisfacer este sed espiritual, y luego Jesús lo revelo cuando dijo a ella,
“Ve, llama a tu marido y vuelve aquí.”
Eso fue su herida espiritual. Ella vivía en una unión libre. No estaba casada. No estaba satisfecha. Estaba ella en un momento de mucha honestidad espiritual, y contestó al Señor,
“No tengo marido.”
Ahora, Jesús, quien ya lo sabia, revelo la verdad a ella,
“Tienes razón al decir que no tienes marido,
porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad.”
Estamos observando un momento de conversión espiritual para esta mujer. Siempre buscaba satisfacción en el mundo, pero no lo encontró, ni con hombres. Nunca era posible en sus uniones libres.
Se acuerdan que la unión libre no es “unión” ni es “libre”. ¡Es mentira! No hay ningún compromiso en una unión libre, pero los dos no conocen la libertad. Se queden juntos por razones físicas, no espirituales. No se queden juntos por compromiso espiritual.
El Mesías, Jesús, dio a la mujer en esa conversación una libertad que nunca había encontraba. Vemos la conversión espiritual de esta mujer casi inmediato. Ella, no creyente, no judía, cambio y se convertido a creer en ese judío, en el Mesías. Ella se ha convertido inmediatamente en discípulo y corrió rápido a su pueblo para llevar la Buena Nueva a su gente. Eso es conversión. Ella acepto la Palabra del Mesías, la Palabra de Dios, y se hizo evangelizadora para traer otros a Dios. Ella recibió la vida eterna del “Yo-Soy” y se fue a compartir su tesoro con los demás. Trajo muchas personas a creer en Jesús.
Estamos en Cuaresma, iniciando la tercera semana. Algo tiene que cambiar en la Cuaresma. ¿Que valor tiene si pasamos los seis semanas de Cuaresma y nada cambia?
Se acuerden el trabajo de la Cuaresma: Mucha oración, sacrificios y ayunos, limosna. Estamos buscando ser libres como la samaritana, libres de la esclavitud del mundo y nuestros hábitos distorsionados.
Se acuerden de mis instrucciones para vivir en el Reino de Dios:
- No falten a misa
- Comulguen cuantas veces que puedes
- Confiesen con frecuencia
No pierden la oportunidad de crecer y madurar espiritualmente esta Cuaresma, como lo hizo la samaritana.