“Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Todavía estas palabras del Señor se están cumpliendo. Dios es fiel con nosotros. Sus profecías desde hace miles de años se han cumplidos. Hizo profecía que iba mandar el Mesías a su pueblo, y lo cumplió en su Hijo, Jesús. Cuando Jesús inicio su ministerio en la sinagoga de Nazaret, fue en la asamblea de fieles un Sábado. La palabra “Sábado” se traduce, “el séptimo día”, o en nuestros tiempos el séptimo día es domingo, el Día del Señor. Jesús mismo declaró que en aquel momento se había cumplido la palabra de Dios con su presencia. Jesús repitió la profecía de Isaías,
El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
También Jesús anuncio que el Reino de Dios estaba cerca, por que El es Dios.
Nosotros también recibíamos el Espíritu del Señor, en nuestro bautismo, en nuestra Iglesia, en nuestros Sacramentos. Dios vino a nosotros y cumplió su promesa.
Y, ahora, ¿Qué?
Dios esta fiel a nosotros. Dios siempre ha sido fiel a nosotros. Ahora tenemos que responder a El. Tenemos nosotros que ser fiel a Dios. Si no respondemos a El con nuestra fidelidad, ¿qué importa que El vino entre nosotros?
¿Como podemos mostrar nuestra fidelidad? Primero, debemos estar presente en la Misa. ¿Por que? El Tercer mandamiento de Dios, nos dice,
Santifica el séptimo día….
Es decir que nuestro domingo es el séptimo. Entonces, en otras palabras, el mandamiento de Dios es “No falten la Misa los domingos.”
¿Por qué asistimos a Misa? ¿Debemos ir a Misa solo para “recibir” algo? O ¿debemos ir a Misa porque tenemos que ser fiel a Dios? Obedientes.
En la primera lectura, mas o menos unos 400 años antes del nacimiento de Dios, observamos la importancia de escuchar la palabra de Dios en asamblea.
En aquellos días, Esdras, el sacerdote, trajo el libro de la ley ante la asamblea, formada por los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón.
Acaban de volver el pueblo Judío a Jerusalén después de 75 años de ser cautivos exiliados en Babilonia. Reconstruyeron a Jerusalén y el Templo de Dios que fue destruido en la guerra antes de su exilio. Estaban en el proceso de re-establecer su religión en asamblea, empezando con la palabra del Señor. En aquel entonces la Palabra de Dios incluía los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. (La palabra “iglesia” se traduce de la palabra “asamblea”.)
Si nosotros fuéramos a experimentar un exilio similar, al volver a ser libres para practicar nuestra religión, comenzaríamos con escuchar la palabra de Dios en asamblea. Todavía lo hacemos. En cada Misa, cada domingo. La primera parte de la Santa Misa consiste en escuchar la Palabra de Dios, y sus explicaciones. Como escuchamos en la primera lectura:
Los levitas (Sus sacerdotes) leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicaban el sentido, de suerte que el pueblo comprendía la lectura.
Uds. saben que en esta parroquia hacemos muchos entrenamientos, o “Tune-ups” con nuestros Lectores. Uno de los primeras lecciones en estos “Tune-ups” es que todos los quienes vienen a la Misa tienen el derecho de escuchar la Palabra de Dios aquí. Los Lectores tienen que proyectar sus voces hasta la ultima banca de la iglesia para que los fieles pueden oír y recibir la Palabra de Dios. Si no lo hacen, los Lectores no están sirviendo a Dios, ni a la asamblea. Al mismo tiempo, la asamblea, todos nosotros, tenemos la obligación de prestar atención y recibir la Palabra de Dios.
De vez en cuando, me han escuchado comentar mi tristeza que muchos de Uds. permiten a sus hijos no venir a Misa, o quedarse allí atrás en el pasillo tecleando en sus celulares. Los papas aceptan que sus hijos “no quieren” estar presente.
¡La formación de los niños no es decisión de los niños! ¡Denles la Palabra de Dios! No les abandonen al mundo. El mundo no les va a ensenar la Palabra de Dios a ellos.
Los fieles no permitían esto. Siempre los fieles, con todos sus familiares se presentaban, fielmente, a escuchar a la Palabra de Dios.
Padres, yo les ruego, ¡Por el amor de Dios, enseñen la fe a sus hijos! Escuchen juntos a la palabra de Dios. Hablen a sus hijos de esta Palabra para asegurar que Uds. y ellos entienden la palabra, que comprenden la lectura.
No les permiten creer que esta vida terrena, con estos aparatos, es todo lo que hay en esta vida, sino que hay un Dios fiel. Que nuestro Dios nos quiere y nos habla. Que nuestro Dios desea que conocemos a El, a sus enseñanzas y mandamientos. Que nuestro Dios nos instruye como vivir mejor en esta vida y preparar para la vida eterna. No abandonen a sus hijos a los aparatos y practicas de este mundo. Este es el plan del Diablo. Se acuerden de las palabras del profeta a su asamblea,
“Éste es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén ustedes tristes …, pues hoy es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén tristes, porque celebrar al Señor es nuestra fuerza”.
….
Celebrar al Señor es nuestra fuerza…