Como bien sabemos todos, muchos quienes dicen que son “Católicos” no participen en la misa casi nunca. No vienen los domingos o días santos. Muchos de ellos hacen excusas para no asistir la asamblea. He oído, por ejemplo, “Yo no necesito la religión organizada. Puedo rezar a mi Dios en cualquier momento.” O bien, “Para mi es más efectivo encontrar a mi Dios en una montaña, o pescando, o en una madrugada del sol.”
¿Qué debe ser nuestra respuesta a esta mentalidad? Primero, humildad y caridad. Y, bueno, todos debemos tener nuestra relación privada con Dios. Es sano. Debemos hablarle a todo momento. Es bonito cuando reconocemos a Dios en la naturaleza o cerca de nosotros.
Pero no es suficiente para una relación con Dios. Y la Biblia no enseña este tipo de religión privada, separada de la comunidad en asamblea. La religión privada no tiene Biblia. Las lecturas de esta Misa son testamento a que Dios mismo nos dio instrucciones adorarle juntos, en asamblea. Oración privada de cada uno de nosotros solo resulta de nuestra fe compartida y nuestra adoración común y la recepción de los sacramentos como el bautizo, la confirmación y la eucaristía. Es más, nuestra relación con Dios solamente crece a través de los sacramentos. Jesús nos ha dicho que nadie puede entrar el reino de Dios sin renacimiento por agua y el Espíritu, o sea por el sacramento de bautizo. Cuando los Judíos dudaban a Jesús con respecto a la Eucaristía, comer su cuerpo y sangre,
Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Si es que tenemos una relación personal con Dios, esta relación viene a través de los sacramentos que él nos ha dado, justamente para nuestra relación íntima con él, vida con él.
Los sacramentos que nos da vida eterna solo vienen a través de la iglesia.
Hay una palabra que usamos, pero no lo explicamos suficiente. La palabra es “Liturgia”. Casi siempre hoy en día la usamos como una palabra técnica, como, por ejemplo, como celebrar en asamblea, como hacer una Misa o un bautizo o un matrimonio. Pero la palabra comenzó en la lengua griega, en los primeros años de la iglesia con un sentido muy sencillo. “Liturgia” significa como rezamos juntos, en asamblea con muchas personas rezando y adorando a Dios juntos, no uno por uno en solitud. La palabra griega significa, “la obra de la gente”. Liturgia es lo que hacemos juntos.
Esta noche tenemos uno de las liturgias más antiguas, “La última cena”, y la celebramos siguiendo las instrucciones litúrgicas de Jesucristo. Esta noche recordamos sus palabras, cuando dijo por primera vez, “Hagan esto” cuando nos dio su cuerpo y sangre en la primera misa. Esta noche nos ensena la responsabilidad de uno al otro a lavar los pies de los demás. Esta noche Jesús instituyo el sacerdocio en servicio a su iglesia. Esta noche nació nuestra liturgia, que es la fuente de todos las demás liturgias. Esta noche nació nuestra iglesia.
Jesús está presente en todos los sacramentos, con instrucciones que Él nos dio. Si queremos tener relación íntima con El, comienza en los sacramentos. En el Nuevo Testamento oímos a San Pablo decirnos,
No abandonen las asambleas, como algunos acostumbran hacer, sino más bien anímense unos a otros, tanto más cuanto ven que se acerca el día.