Cuantas veces alguien les enfrenta por su fe, diciendo algo como, “¿Por qué tienes fe? ¡No lo puedes dar evidencia que su religión o su dios es real!” Ellos quieren pruebas. No entienden la fe.
Durante la Misa ofrecemos intercesiones por oraciones específicas de los fieles. Oramos por los que han fallecido o por nuestros enfermos, u otras intenciones especiales que nuestros feligreses han solicitado. Oramos por lluvia o un respiro del calor del verano.
En una de las oraciones de la Misa le pedimos al Padre,
“Acuérdate también de nuestros hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia, admítelos a contemplar la luz de tu rostro”.
Eso es esperanza. Eso es fe.
En la segunda lectura de Hebreos, escuchamos,
La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.
No podemos ver lo que esperamos. Si fuera visible y obvio, no sería fe.
Ninguno de nosotros vamos a ver a Dios antes de que nuestros cuerpos mueran. Sin embargo, nuestra fe nos enseña a actuar y comportarnos como si ya pudiéramos ver nuestro destino en el Cielo. Lo veremos en el Reino.
En la oración que nos enseñó Jesús, “El Padre Nuestro”, oramos por la venida del Reino de Dios. Por nuestra Fe tenemos Esperanza en el Reino.
Nuestros padres en la fe, Abraham, Isaac y Jacob, todos murieron. Escuchamos,
Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria….
Siguieron el llamado de Dios y transmitieron la Esperanza a sus hijos y generaciones futuras. Los que creían en Dios estaban rodeados por todos lados de paganos, supersticiones y magos. Pero nuestros Padres en la Fe no renunciaron a su creencia en Dios ni adoptaron las religiones paganas. Se mantuvieron fieles.
Moisés recibió los Diez Mandamientos varios siglos después. El Primer Mandamiento fue,
No tendrás otros dioses fuera de mí.
No te harás ídolo ni semejanza de cosa alguna arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra;
no te inclinarás ante ellas ni las servirás.
Nuestro Dios nos llama a rechazar a todos los demás dioses para seguirlo. Él promete estar siempre con nosotros porque Él nos ama. Lo seguimos en la Fe, en la Esperanza de vivir con Él para siempre. Otra vez,
La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.
Así debemos vivir, en la Fe. ¿Qué estamos esperando y deseando? Jesús vino a proclamar el Reino de Dios. ¿Fue eso solo algo por un tiempo después de nuestra muerte corporal? ¿El Reino es algo que solo podemos ver después de nuestra muerte? ¿Es eso lo que estamos esperando? No, Jesús dijo: “El Reino de Dios se ha acercado”. Es aquí. es la Iglesia. Pueden imaginar a la Iglesia como una gran ciudad fronterizo. Existe en ambos lados de un rio. Nuestra Iglesia existe de este lado de la muerte, y del otro lado de la muerte, en la eternidad. Los fieles siguen en la Iglesia en la vida eterna del otro lado. Recuerde que Jesús le dijo a Simón Pedro y a los Apóstoles.Llamó a los Doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para curar enfermedades, y los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar [a los enfermos].El Reino de Dios está cerca. Cuando envió a los discípulos al ministerio, de dos en dos, les instruyó,En cualquier ciudad en la que entres y te reciban, come lo que te pongan delante,curad en él a los enfermos y decidles: El reino de Dios está cerca de vosotros.En cualquier ciudad en la que entréis y no os reciban, salid a la calle y decid:‘El polvo de tu ciudad que se pega a nuestros pies, incluso que sacudimos contra ti’. Sin embargo, sepan esto: el reino de Dios está cerca. Jesús estaba estableciendo la Iglesia, el Reino de Dios en la tierra. Le guste a alguien o no, el Reino de Dios está aquí, en la Iglesia, en la tierra. Oímos a Jesús decirle a Simón:Eres Kephas, Kepa, Piedra, Pedro. Y sobre esta roca edificaré mi Iglesia.Y le dio a la Iglesia autoridad sobre el pecado. En el evangelio de hoy,
Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino.
Jesús les estaba regalando el Reino, la Iglesia, y poniendo a cargo a Simón Pedro. La Iglesia tiene una estructura y liderazgo en Pedro y los Papas y Obispos. Este es el Reino que Jesús les estaba dando, completo con todos los sacramentos. Jesús les dio una parábola acerca de ser mayordomos responsables.
Entonces Pedro le preguntó a Jesús: «¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: «Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene.
Jesús estaba hablando de Pedro siendo el mayordomo fiel y prudente de los sacramentos de la Iglesia, la comida a ser distribuida. Nuestra Iglesia es una gran ciudad. Jesús vive en la Iglesia. Ahora escucha de nuevo las instrucciones del Evangelio para nosotros y cómo debemos tratar a nuestra Iglesia,
Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón.
Vivimos nuestra Fe en la Iglesia. Ponemos nuestra Esperanza en la Iglesia. Esperamos vivir para siempre en el Reino. Oramos por nuestros queridos difuntos a través de la Iglesia. A través de la Iglesia esperamos y oramos por el bien de todos. Enseñamos esta fe a nuestros hijos. Vivimos nuestra fe en el mundo, un mundo que nunca nos van a entender.