Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.
Nuestra historia no es un círculo, sino una historia lineal de principio a fin. La historia de la salvación tiene un comienzo, la Creación por Dios, revelado en el libro de Génesis; y un fin, el fin de la historia con la gran tribulación descrita por Jesús. Toda la Sagrada Escritura nos dice de dónde venimos y hacia dónde vamos.
El gran misterio para nosotros es que, hasta cierto punto, también somos actores libres e independientes en esta historia de la salvación. Nuestro destino particular es nuestra elección.
En el Antiguo Testamento tenemos enseñanzas del profeta Daniel acerca de esta elección.
Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo.
Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.
La elección del horror y la desgracia eternos, … o vivir para siempre, es en gran medida nuestra propia elección, el resultado de nuestra fe y las decisiones morales en la vida. Solo Dios nos puede salvar, pero nos disponemos hacia la vida eterna o el castigo por nuestras decisiones. Debemos aprender a ser «sabios» ante los ojos de Dios.
Pasaremos por muchas pruebas y tribulaciones. Sin duda, una de esas opciones será cómo elegimos vivir con la Iglesia que Jesús fundó y sus mandamientos.
Estamos viviendo un momento de prueba en este momento con nuestra Iglesia. Muchos dicen que el escándalo y las confusas respuestas de la Iglesia significan que la Iglesia esta llegando a su fin; y que la Iglesia Católica en los Estados Unidos está dañada más allá de toda esperanza y no se recuperará.
Me reconforta la respuesta de San Pedro ante la salida de muchos discípulos. Jesús le preguntó a Pedro: “¿Tú también me vas a dejar?” Pedro respondió: “¿A quién iremos? Señor, tú tienes palabras de vida eterna”.
Esa es también mi posición. Confío en que nuestra Iglesia nunca fallecerá, como prometió Jesús, «Las puertas del Infierno no prevalecerán contra» su Iglesia, fundada sobre la «Roca» de San Pedro y los Apóstoles.
Mi propósito es estar entre aquellos que vivirán para siempre, como dijo Daniel sobre el tiempo del fin,
Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo.
Y mi propósito es guiarles Uds. hacia el mismo propósito y destino. Por eso, he optado por mantener el rumbo mío y ser obediente a la Madre Iglesia, orando para que el Arcángel San Miguel nos defienda en la batalla contra las trampas del diablo.
Yo les urjo a todos ustedes a tomar su propia decisión de unirse a mí en este gran propósito de ser fieles católicos hasta el final. Ora por nuestra Iglesia, nuestro Papa y nuestros Obispos y párrocos. En desunión seguramente moriremos. Unidos a Jesucristo viviremos para siempre.