La historia humana se divida en dos partes: Antes del Mesías y después del Mesías. El punto cero, el centro de nuestra historia, es el nacimiento de Jesús en Belén. Es la Navidad.
El Antiguo Testamento de Dios es todo la historia humana desde la creación, y la historia de nuestra salvación antes del nacimiento de Cristo. El Nuevo Testamento de la Biblia se inicia con el nacimiento de Jesús y la llegada del reino de Dios.
Todo lo que vino antes de Cristo no incluía la vida eterna. Reinaba solo la muerte por el pecado de nuestros primeros padres. No era posible tener la vida eterna antes del nacimiento de Jesucristo. El nacimiento de Jesucristo marca el mero centro de la historia humana. Después del nacimiento de Jesús, su vida terrena y su resurrección, la humanidad ahora tiene la posibilidad, su promesa y el plan de vida eterna, con los sacramentos que El nos dejo para esta vida.
Nosotros vivimos en el tiempo después de Cristo. Por eso vivimos con acceso al reino de Dios, esperando el cielo y la vida eterna. Eso es la “Buena Nueva”, el evangelio de Dios.
Solo es posible nuestra salvación si Jesús es Dios. Si Jesús no es Dios, ¿como nos puede salvar? Solo Dios es eterno. Solo Dios nos puede compartir la vida eterna. El único camino al cielo es por Jesucristo, porque es Dios. Por ser Divino, Jesús nos puede compartir la divinidad. Eso es el plan de Dios, nuestro plan de salvación.
La primera vez que el mundo sabia del Mesías fue en la primera lectura de Samuel. Escuchamos que cuando el rey David fue instalado como rey de Israel, viviendo en su nuevo palacio, David comenzaba a pensar en una casa para Dios en el Tabernáculo que antes estaba guardada bajo una carpa fuera de Jerusalén. David pensaba que iba hacer algo bonito para Dios, construyendo una casa para el Tabernáculo de Dios. Eso fue mil años antes de Cristo. Dios dijo a David que era imposible para un hombre construir una casa para Dios. Pero Dios iba construir una casa para David, en el sentido que uno de sus nietos iba ser el Mesías y su reino seria eterna. Y así fue. Mil años después nació Jesús en Belén, la ciudad en que nació el Rey David. Por tanto, Jesús es Hijo de Dios, Hijo de David, y su reino no tendrá fin. Es hijo del hombre por su nacimiento de María. Jesús es hijo de Dios porque Dios concibió a Jesús en el vientre de María.
Y María es el modelo de Cristiano para todos nosotros. Ella fue abierto a la Palabra de Dios. Ella permitió la Palabra de Dios crecer en ella. Ella fue obediente a Dios, diciendo,
“Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”.
Así, nuestra vida Cristiana nos invita ser como María, abiertos a la Palabra y listos a servir.