La Pascua es demasiado grande. No podemos entender Pascua en solo un domingo. Es por eso que la Iglesia, en los últimos 2,000 años, nos ha enseñado a tomar siete semanas para «desempacar» la Pascua. Verán cada domingo cómo las escrituras de cada semana nos llevarán cada vez más profundamente al misterio de Pascua.
Este domingo es conocido en todo el mundo católico como «Domingo de la Divina Misericordia”. Oímos en aquel antiguo Salmo, escrito siglos antes del nacimiento de Jesús,
Diga la casa de Israel: «Su misericordia es eterna».
Diga la casa de Aarón: «Su misericordia es eterna».
Digan los que temen al Señor: «Su misericordia es eterna».
Muchos tratan de decir que nuestro Dios es un Dios enojado y vengativo. No es verdad. Nuestro Dios es un Dios de misericordia. Él vino a salvarnos. Cuando Jesús se apareció a los discípulos la misma tarde que su resurrección, la primera Pascua, le oímos decirles:
“La paz esté con ustedes»
Cuando vuelva a aparecer el domingo siguiente, les dice a ellos, incluyendo ahora «Tomás el Dudoso»,
“La paz esté con ustedes»
Y añade que quería que ayudaran a que la gente fueron perdonadas de sus pecados, y,
… sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo.
A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar».
Con esa instrucción, Jesús dio a la Iglesia el Sacramento de la Reconciliación, nuestra Confesión.
No sé si lo han notado, pero tenemos la bendición de estar en una parroquia que confiesa regularmente. Prefiero ser párroco de una parroquia que activamente, con frecuencia confiesa que una parroquia que no lo hace. Una parroquia que confiesa regularmente está llena de bendiciones, ya que nuestra parroquia es bendecida.
Dios quiere que todos vivamos en el cielo con él. San Pedro le dice a sus oyentes,
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su gran misericordia, porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva, que no puede corromperse ni mancharse y que él nos tiene reservada como herencia en el cielo.
«En su gran misericordia (Dios) nos dio … una esperanza viva … una herencia que es imperecedera … guardada en el cielo …» para nosotros. Esa es nuestra salvación.
Tal vez usted se ha encontrado con los fundamentalistas protestantes que preguntan: «¿Has sido salvo?» o “Estas a salvo?” El problema que encontramos es el de entender lo que se dice. El Bautismo y la Eucaristía nos han prometido la salvación. La forma correcta de pensar en esta cuestión no es algo que ya se haya hecho, sino decisiones y acciones que estamos haciendo todos los días. La salvación no viene una sola vez. Porque nosotros vivimos la vida sacramental que Jesús nos ha dado por medio de la Iglesia, estamos siendo salvados. Es un esfuerzo cotidiano para vivir con la esperanza de nuestra salvación. Miren hacia atrás en la lectura sobre la Iglesia más antigua después del Pentecostés, cuando San Lucas escribe,
Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de salvarse.
Porque estamos viviendo nuestros sacramentos juntos, estamos siendo salvados juntos. La Pascua crea la comunidad cristiana. La Pascua nos da esperanza. Su Iglesia fue fundada por Jesús para ayudar a cada uno de nosotros a convertirnos en la persona que Dios nos ha llamado a ser. Dios tiene un plan para todos. Si vivimos fieles a los sacramentos, Jesús está con nosotros y estamos siendo salvados, convirtiéndonos en la persona que Jesús hizo a cada uno de nosotros para ser. Sólo podemos hacerlo con él, y con los demás. No podemos hacerlo sin él, ni con la Iglesia. Jesús está en los sacramentos, en su Iglesia.
Aleluya. Gracias a Dios.