Estamos benditos en nuestra parroquia por nuestros padres. No todas parroquias tienen participación de tantos hombres y padres de familia. Es una gran bendición. He oído un sacerdote decir, no es difícil hacer un bebe. Cualquier macho lo puede hacer. Pero requiere un hombre de verdad, un padre verdadero y dedicado para formar a un hijo.
La Ascensión de Jesucristo es la historia de un Hijo y un Padre. Jesús es hijo del Padre, Dios. Conoció a su Padre. Hizo la voluntad del Padre. Y después de su Ascensión, volvió a su Padre. Padre e hijo. Eso es nuestro ejemplo de familia, con el Espíritu Santo en la Santa Trinidad. El Padre amo a la Virgen María y por el Espíritu Santo ella concibió su Hijo, Jesús.
Con la Ascensión de Jesús al Cielo y al Padre, la misión de la Iglesia inicio, según El Nuevo Testamento. La misión de la Iglesia es hacer discípulos y bautizar a todas las naciones y así formar más hijos e hijas de la iglesia y el Reino del Cielo.
¿Por qué tenía Jesús que ascender al cielo después de pasar los cuarenta días resucitado con sus discípulos?
Vamos a contemplar esta pregunta. ¿Por qué Jesús tenía que ascender al Cielo?
Primero, que Jesús venia de su Padre, Dios. Jesús tenía que volver a su Padre.
Segundo, Jesús decía a sus discípulos, ¡”Sígueme!” Tenemos que seguir a Él hasta el Cielo.
Y tercer, somos Trinitarios. Creemos en Dios en tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No estamos bautizados a Jesús solamente, sino estamos bautizados al Padre, al Hijo y el Espíritu Santo. Como dijo Jesús en el evangelio,
Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ….
Como Trinitarios, creemos que Jesús y el Padre mandaron su Espíritu Santo a la Iglesia cuando Jesús ascendió al Padre.
Cuando Jesús vino del Padre para nacer de la Virgen María, la Segunda Persona de la Santa Trinidad tomo carne humana de su Madre María. Cuando Jesús ascendió al Cielo después de su Resurrección, un ser humano ya fue parte de la Santa Trinidad. Si lo seguimos es que nosotros vamos a participar eternamente en la Santa Trinidad.
Es un gran misterio, ¡que hay una persona humana en la Divinidad de la Santa Trinidad de Dios! Es misterio, pero es la verdad. Es nuestra Fe.
En la consagración de la Eucaristía en la Santa Misa, el sacerdote pone un poco de agua en el Cáliz, diciendo,
“El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.”
Como el agua se mezcla con el vino, así también el humano se mezcla con Dios. Con el agua de nuestro bautismo, y con el Espíritu Santo, compartimos la vida eterna con Jesús y nuestro Padre en la Santa Trinidad.
La Iglesia, entonces es la puerta donde entramos a esta vida eterna, a los sacramentos y al Reino de Dios. Jesús estableció la Iglesia sobre San Pedro, la “Roca” fundamental de la Iglesia y los apóstoles. Nuestra cabeza es Jesús en la Santa Trinidad. Nosotros somos su Cuerpo. Nuestra cabeza se encuentra en la Santa Trinidad.
Eso es el misterio de quien es Dios, y quienes somos nosotros. Somos creados humanos, para compartir la Divinidad de Dios eternamente.
En la Misa de la Ascensión, decimos que Jesús,
“No se fue para alejarse de nuestra pequeñez,
sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos,
a donde El, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido.”
El efecto de la Ascensión es que debemos reconocer que no somos ya de este mundo. Somos el Cuerpo de Jesucristo. No debemos vivir con nuestras esperanzas solo de este mundo, o como nos ven o como el mundo piensa de nosotros. No. Tenemos que vivir como ya pertenecemos a Dios Santo, y participamos en la Santa Trinidad. No debemos poner tatuajes o pinces o joyas en el cuerpo de Cristo. Debemos entregar nuestros cuerpos como lo recibimos de Dios. Cada uno de nosotros, después de nuestro bautismo somos templos del Espíritu Santo y miembros de un Cuerpo Divino.
¿Podemos perder nuestra ciudadanía en el Cielo? Si. Cuando rechazamos la voluntad de Dios; cuando escogemos a participar solo en el mundo, buscando riquezas del mundo, placeres del mundo, rompiendo los mandamientos de Dios, es como quemar nuestro pasaporte al Cielo, rechazando nuestro Bautismo. Una vez destruido nuestro pasaporte al Cielo por nuestros pecados y preferencias, ¿como podemos reclamar nuestro lugar en el Cielo, en el Cuerpo de Cristo? Si no seguimos a Cristo en su Ascensión, vamos a encontrarnos afuera de la puerta, tocando fuertemente diciendo, “Por favor, ¡abren la puerta! Soy uno de Uds.” Pero adentro, el rey va a decir, “No les conozco.”
La Ascensión de Jesucristo nos hace recordar a seguir fielmente a Él. No falten la Santa Misa. Comulguen cada vez que pueden. Y cuando caen de la bicicleta, vuelven a confesar sinceramente. Así, recibirán las promesas de Jesús a su Iglesia. Y se acuerden las palabras de Jesús en su Ascensión,
Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor,
y sepan que yo estaré con ustedes todos los días,
hasta el fin del mundo.