¿Alguna vez se han entrado en una casa y sintió la tensión en el hogar? Tal vez el esposo le grita a su mujer y sus hijos delante de los invitados, o es la mujer quien rompe la paz. O tal vez los niños hablan fuerte y feo a los padres delante de los invitados. Tal vez el lenguaje grosero se utiliza frecuentemente en esta casa. Los residentes critican abiertamente entre sí para tratar de hacer que los demás miembros de la familia parecen estúpidos o disminuidos delante de los invitados.
Cada uno se siente incómodo. Es obvio que esto no es un lugar de paz. La ira, el rencor y el resentimiento viven abiertamente en esta casa. Esta casa no es una fuente de paz. La hospitalidad es muy difícil en una casa que carece de la paz. Nadie estará cómodo en esta casa.
Tal vez cada familia, en diferentes momentos, experimenta la falta de paz en su hogar.
Mis hijos me enseñaron a traer la paz en el hogar. (Ustedes se recuerdan que soy un viudo con seis hijos). Un día nuestros adolescentes entraban en la casa maldiciendo y gritando el uno al otro, tirando las puertas y generalmente perturbando la paz de nuestra casa con la ira, gritos y malas palabras.
Decidí que yo tenia que hacer algo al respecto para corregir la situación. Les llame mis hijos a la sala. Con ellos sentado en el sofá, empecé a dar una lección acerca de este tipo de comportamiento tan bruto.
Respondieron al parecer ofendidos. Uno de ellos tomó la palabra, «Espérate, papá. Hemos escuchado lo mismo de ti, y mucho peor. Hemos oídos a ti que maldiciendo todo el tiempo «.
Tenían razón. Ese día yo no estaba en buenas condiciones para corregirles. Yo no estaba siendo un buen ejemplo para mis hijos. Me di cuenta de que yo era hipócrita en este tema.
Pasé algún tiempo reflexionando sobre la torpeza de mis palabras y acciones con mis hijos. Varios días después, les llamaba a volver a la sala para una discusión. Yo les dije a mis hijos: «Quiero pedir disculpas por mi error el otro día. Yo estaba equivocado con mi intento de dar una lección en la maldición y el mal comportamiento. Tenían razón Uds. Sin embargo, vamos a hablar de esto otra vez «.
Como yo explicaba a ellos, todos queremos vivir en un hogar tranquilo. Cuando estamos fuera de casa, allá en el mundo, el hogar debe ser un lugar que anhelamos volver a porque sabemos que es un lugar de paz, donde estaremos a salvo. Queremos que nuestra casa sea un nido cómoda y segura de todo abuso y rencor. Sin embargo, hay que insistir, hay que hacer el esfuerzo para tener paz en la casa.
Les expliqué que yo no quería, y no podía vigilar a ellos en la calle, allá en el mundo, fuera de la casa.
Les pedí que entramos en un pacto juntos, toda la familia, para proteger nuestro hogar de todo tipo de abuso. Les dije: «¿Miren esa puerta principal de la casa? El mundo vive fuera de esa puerta. Vivimos en el interior. Hay todo tipo de «comportamiento de la calle» fuera de esa puerta, incluyendo insultas, violencia, y todo tipo de abuso verbal y físico. Por lo tanto, vamos a hacer un pacto que no vamos a permitir que ni el abuso ni las malas palabras y mal comportamiento pasan adentro de la puerta de nuestra casa. ¿Qué les parece?
Para mi sorpresa, los niños respondieron de inmediato: «Está bien, papá. ¿Algo más?»
Eso fue todo. Esta conversación era demasiado fácil.
En las próximas semanas y meses no éramos perfectos en nuestra cumplimiento de nuestro “pacto”, pero todos hicimos el intento. Todos nosotros cambiábamos. Las malas palabras y ataques de ira y abuso reducían mucho. Nuestra casa se volvió más tranquilo.
Una indicación de que la paz estaba creciendo era que más gente comenzaban a aparecer en nuestra casa como si quisieran estar allí. Más amigos de nuestros hijos querían dormir en nuestra casa los fines de semana. Y nosotros estábamos formando nuevos hábitos. Mis nuevos hábitos buenos, por ejemplo, me seguían fuera del trabajo. Habíamos aprendido juntos una lección de la paz. Después de un tiempo, era rara vez que oímos maldiciones adentro de la casa. El “pacto familiar” estaba funcionando.
La hospitalidad no puede existir en una casa sin la paz en esa casa.
Hace un par de semanas escuchábamos Jesús decir a sus discípulos,
Cuando entren en una casa digan:
‘Que la paz reine en esta casa’.
Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá.
Hoy en la primera lectura se habla de la hospitalidad de Abraham y la forma en que invitó a los mensajeros de Dios a su casa. Ellos respondieron con la promesa a Abraham y Sara que en un ano ellos iban a tener un hijo, a pesar de que no tenían hijos y que ya siendo ancianos, ya no podían tener hijos.
En el Evangelio de hoy, se habla de que Marta invitó a Jesús a su casa. Marta estaba llena de ansiedad,
se afanaba en diversos quehaceres
Mientras tanto, la hermana de Marta, María, encontró la paz a los pies de Jesús, escuchando sus palabras.
Marta le pidió a Jesús para dar órdenes a su hermana, María, para ayudarla. Sin embargo, Jesús no iba quitar la paz de María.
Jesús respondió a Marta,
Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará.
Marta creó tensión con sus ansiedades. María encontró la paz con Jesús. Les recomiendo a Uds. este “Pacto de Paz” para sus familias.