Cuando yo estaba en formación para ser ordenado, teníamos que tomar clases en como predicar, como preparar y presentar una homilía.
Mi primer profesor de homiletica, o como predicar, nos dijo que el iba ensenarnos estrictamente según las enseñanzas de la teología de la Iglesia que recibíamos del Concilio Vaticano II, que se reunió en 1963-65, solo hace unos 50 anos. Pero explico que la forma en que nos iba ensenar era con el ejemplo del juego de “beisbol”.
El profesor nos pidió imaginar el sacerdote predicador como el pitcher en beisbol. Nos dijo imaginar como el lanzador, el pitcher prepara para un juego el domingo. Como un lanzador, el predicador prepare toda la semana, estudiando la biblia, rezando con las escrituras. Siempre debe rezar y meditar con las escrituras del domingo, y prestar atención en los detalles; y rezar mas para entender el mensaje que el tiene que entregar el domingo. El mejor sermón resulta del estudio, la meditación, oración, y practica. Se requiere horas en un proceso de oración y preparación para predicar bien.
Ahora, vamos a imaginar el pitcher preparando su “recta” o su “fastball”. Comenzando la semana anterior el practica y prepara mucho para el juego. El lanzador tira muchas tiros toda la semana. Tiene que lanzar recta y rápido y asegurar que su tiro entra la zona del “Strike”. Durante la semana, sus tiros son mas rectas y mas rápido. Poco a poco sus lanzamientos son mas preciso. En el día del juego ya esta preparado el lanzador, y su “fastball”, su “recta” es rápido y bien controlado.
En los anos antes del Concilio Vaticano Segundo (1963-65), la mayoría de los teólogos y profesores en los seminarios mundiales aceptaron e ensenaron el principio que El Espíritu Santo estaba inspirando y trabajando en el predicador. A través de la Palabra y la meditación y oración, Dios en el Espíritu Santo estaba hablando a través del predicador, el sacerdote o diacono. Eso fue la enseñanza, y, en general, todavía sigue siendo la verdad.
Pero algo interesante sucedió en el Concilio Vaticano. Comenzaban los obispos de la Iglesia recordar que el Espíritu Santo no solo estaba funcionando sobre el “pitcher”. El pitcher, el predicador no esta solo!
También hay un “catcher”. El catcher, el receptor de los lanzamientos son los laicos presentes, el Pueblo de Dios. En el gran Concilio y en toda la Iglesia surgió el reconocimiento que el Espíritu Santo también estaba funcionando en los catchers, y en igual manera, si los presentes estaban también preparados a recibir la palabra en el Espíritu. Para los que están haciendo el esfuerzo de ser abierto a la palabra, el Espíritu Santo esta amando, inspirando y laborando en los catchers, e en igual manera.
El profesor dijo, “Y así es porque, como predicador de buena fe, después de haber lanzado su “pitch”, su sermón, debes callarte y escuchar.
“Aunque tu sabes que lanzaste un ‘fastball’, un ‘recto’ bien controlado, cuando la pelota salió de tus dedos, ya lanzaste la pelota a la asamblea del Pueblo de Dios. Ya, ¡cállate!” dijo el profesor. “No tienes ningún derecho, … cuando después de la Misa y estas saludando a la gente en la puerta, … no tienes ningún derecho de responder a la gente, … cuando ellos comenten que excelente ‘curva’, o ‘sinker’ que lanzaste …, no tienes ningún derecho responder a la gente que tu no tiraste ninguna curva ni un ‘slider’. ¡Cállate! Y escuchas con atención el ‘pitch’ que el Espíritu Santo dio a cada uno de ellos. No importa que tu lanzaste un ‘recto’. Ellos recibieron del Espíritu Santo el pitch que ellos necesitaban. El Espíritu Santo ama y funciona en los ‘catchers’, en el alma de cada persona presente. Cállate y escuchan. Observara que Dios todavía esta presente en los catchers. La pelota salió de tus dedos y ahora ellos tienen la pelota. Tu trabajo ya termino, pero el juego no ha terminado. La Palabra de Dios no descansa. El Espíritu Santo ama y labora en los dos, los ‘pitchers’ y en los ‘catchers’.”
En mi experiencia he descubierto que es cierto. El “catcher” recibe lo que necesita. Todavía es una lucha para mi controlar mi ego, que mi predicación es mío, pero en verdad, la palabra esta trabajando en Uds. a igual manera que en mi. Y cuando yo presto atención a escuchar al impacto del Espíritu en Uds., encuentro otra vez Dios laborando en Uds. Me encanta escuchar que “pitch” Uds. recibieron.
Ahora bien, es cierto que de vez en cuando hay malas homilías y malas lanzadores. Pero también hay malas “catchers” quienes no vienen preparados a jugar en el juego, de recibir la pelota, la Palabra, con paciencia y esperanza. Todos tenemos la responsabilidad de rezar y preparar para asistir a la Misa y recibir de Dios sus bendiciones. La predicación no debe hacerse en una iglesia vacía, ni en cerebros vacíos. Nos hace triste a los sacerdotes cuando la gente vienen a la Misa distraídos, no preparados, aun tecleando a sus celulares o hablando a otros o dormidos.
Hoy es el domingo conocido como, “El Domingo del Buen Pastor”. Jesús nunca nos deja atrás, sino siempre esta con nosotros. El Buen Pastor nos ha dado el don del Espíritu Santo para llenarnos y guiarnos a la verdad y la vida eterna.
De vez en cuando oímos comentarios como, “Yo no recibo nada en la misa. Es tiempo perdido.” Que triste. No vienen preparado para jugar en el juego. No están preparando a rezar. No están rezando, preparando en oración para tomar su parte en la Misa.
Muchos vienen a la Misa como “observadores”. No han dado cuenta que la Misa es una conversación, un dialogo entre Dios y Su Pueblo. Nosotros llegamos preparados a participar. El Sacerdote proclama, “El Señor este con Ustedes”. Ustedes responden, “Y con tu Espíritu.” Sentamos para recibir y entender la Palabra de Dios. Recibimos la Palabra en preparación para recibir Su Cuerpo y Sangre. Demos gracias a Dios. Eso no es ningún “Espectacular”, una Obra para observar o ser entretenidos. En la Santa Misa el Buen Pastor nos reciba y nos asegura que El va estar siempre con nosotros, amando, apoyando, informando, llamándonos a vivir eternamente con El.
Ven Espíritu Santo. Ven Espíritu Santo.
Aleluya. Aleluya.