En las tres lecturas hoy, escuchamos profecías del éxito del plan salvífico de Dios para todos los pueblos humanos.
Jeremías, escribiendo su escritura de profecía unos 600 años antes del nacimiento de Jesucristo, dijo,
“Se acerca el tiempo”, dice el Señor,
“en que haré con la casa de Israel
y la casa de Judá una alianza nueva.
No será como la alianza que hice con los padres de ustedes,
cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto.
Ellos rompieron mi alianza
y yo tuve que hacer un escarmiento con ellos.”
Este escritura es una de las mas importantes en toda la Biblia, y es la referencia mas clara que hay una división entre el Antiguo Testamento de la Biblia, y el Nuevo Testamento, cuando Dios dijo,
. . . haré con la casa de Israel
y la casa de Judá una alianza nueva.
El Antiguo Testamento, la Alianza Antigua, fue la alianza que Dios hizo con Abraham, y luego con Moisés, cuando Dios dio la “Ley y los Diez Mandamientos”, y explico como las Israelitas deben vivir en alianza con Dios.
Por siglos y siglos durante el Antiguo Testamento, hasta el nacimiento de Jesús, leemos que las Israelitas y los Judíos lo ignoraban y rompían su alianza con Dios. Esta alianza fue violado por los hombres tantas veces, que prácticamente dejo de existir. Así Dios finalmente declaro que fue tan violado que dejo de tener importancia entre la gente.
Sin embargo, el Antiguo Testamento no fue cancelado. Las leyes del Antiguo Testamento todavía se mantienen en el Nuevo Testamento, como Jesús enseñó varias veces. Ni una palabra fue cambiado. Jesús dijo que su misión era cumplir la ley, no cambiarla. El Nuevo Testamento contiene todo el Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento anticipa y refleja el Nuevo Testamento, pero, como dice el profeta, la ley de Dios será escrita en nuestras corazones, por el Espíritu Santo en nuestro bautismo y los sacramentos.
Dios fue fiel a su promesa a hacer una Alianza Nueva con Israel, Judá, y todos humanos, Judíos y Gentiles. San Pablo continua su cuenta del éxito de Dios con su plan de salvación, diciendo, escribiendo sobre Jesús,
A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.
La salvación del mundo es prometido a todos, Judíos y Gentiles, para
para todos los que lo obedecen.
No es automático. Debemos aprender como ser obediente, como Jesús fue obediente.
Ustedes se acuerden, Jesús no salió de Israel durante su ministerio en la tierra, y dio instrucciones a sus discípulos tampoco salir de Israel. Su primer misión fue a las tribus perdidos de Israel y reconstituir Israel como era en los años del Rey David. Sin embargo, siempre fue entendido que Dios tenia su plan de salvación para todos las naciones, pero usando Israel para su salvación. Su plan de conversión incluía a todo el mundo. En el principio del evangelio de hoy escuchamos,
Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”.
Ellos o fueron Judíos de la Diáspora, quienes vivían en otros países donde hablaban Griego o fueron paganos de países Griegos convertidos a la religión Judía. En cualquier caso estaban en Jerusalén como peregrinos al Templo de Jerusalén para la Pascua. Estas peregrinaciones no fueron extraños para Judíos de la Diáspora, quienes moraban en otros países.
Jesús iba dejar el ministerio a los paganos para sus Apóstoles, incluyendo a San Pablo, después de su Resurrección e Ascensión.
Mucho mas importante para Jesús a ese nivel de su ministerio, fue concluir su ministerio, y pasar al próximo etapa. Jesús bien sabia que tenia que ser crucificado y resucitado. Ahora, llego la hora. Los Griegos llegaban tarde. Era momento lanzar el Nuevo Testamento, la Nueva Alianza para un Israel reconstituido y para todo el mundo. El ministerio de Jesús en la tierra estaba acabando por fin. Por eso, estamos escuchando estas lecturas hoy, en la quinta semana de Cuaresma. Jesús sabia que su muerte estaba cerca. Por eso no se reunió con los Griegos, diciendo,
Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre.
Nosotros ahora tenemos que seguir a el hasta la Cruz. Si negamos seguirle, ¿como vamos a compartir y gozar su resurrección? Tenemos que seguir a el para compartir su destino.
Ya estamos acercando el final de la Pascua. El domingo que viene es Domingo de Ramos. Prepárense para acompañarle a Jerusalén y al Calvario.
La iglesia nos da la Cuaresma de seis semanas para esta preparación de nosotros. No lo desperdician Uds. ¡Despiertan! Prepárense con oración, limosna y ayunos. Eso es nuestra fe.