Proclamamos nuestra fe cuando decimos en el Credo, “Yo creo en Dios”, y que Jesús es Dios, y que Dios se hizo hombre, recibiendo su carne de la Virgen María. María llevo a Dios en su seno. María dio a luz a su Creador.
Jesús es Dios y hombre al mismo tiempo. Sin su madre, María, Jesús no podía ser hombre. Bendita es María entre mujeres, y bendito es el fruto de su vientre.
María fue el tabernáculo de Dios porque ella llevo a Dios en su seno. Nosotros tenemos una caja cerca al altar que llamamos “Tabernáculo”, pero tenemos que recordar que aquel es simplemente un “tabernáculo” de reserva para el Santísimo Sacramento hasta que lo necesitamos. Todo el Santísimo en aquel tabernáculo es destinado a ser consumido por los fieles. Cuando recibimos el Sacramento del Altar, nosotros somos “tabernáculos” de Dios, parecido a María. Cuando comulgamos llevamos Dios dentro de nosotros.