Dijo Jesús,
“¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres….”
La división. ¿Porque Jesús trajo la división? La división se presenta cuando unos quieren estar con Dios para vivir y amar eternamente, pero otros quieren mas al mundo y posesiones. Quienes toman el Evangelio con seriedad deben esperar la misma incomprensión y división. Al igual que Cristo, nunca debemos desalentarnos y abandonar la lucha de proclamar y vivir la verdad. Pero por envidia nos van atacar.
Recién iniciamos una serie de homilías examinando los Siete Pecados Capitales. La iglesia ha contemplado los Pecados Capitales desde el tiempo de Jesús y los apóstoles.
El pecado es un acto malo. El pecado es siempre una decisión personal que nos separe de nuestro Dios. El pecado nos trae la división. El pecado mortal es fatal; nos mata por que nos separa de Dios y los demás. El pecado mortal es como suicidio. Nos matamos a nosotros mismos eternamente por nuestra propia mano con nuestro decisión de hacer pecado mortal.
Recordamos que no hay vida eterna aparte de nuestro Dios. Solo hay vida eterna con Dios. Solo Dios es eterno. El pecado mortal nos separa del cielo y nuestra salvación. Así perdemos la Vida Eterna.
Los Siete Pecados Capitales incluyen: El Orgullo, la Gula, la Avaricia, la Lujuria, la Pereza, la Envidia y la Ira o el Enojo. Cada uno es decisión personal. Somos siempre libres a escoger o no escoger estos pecados según nuestras decisiones diarias.
Vamos a continuar hoy con la Envidia. La envidia es desear algo que yo no tengo o no puedo tener. La envidia se manifiesta en discordia, en odio, en alegría maliciosa, en murmuración, en brusquedad, en recelo, en amargura, en acusaciones, en rivalidad, y en competencia. Se manifiesta en tristeza o en frialdad por el éxito ajeno, o en alegría por el fracaso de otro, o por sus faltas.
De una forma u otra seis de los Diez Mandamientos se traten de la envidia:
V. No mates.
VI. No cometas adulterio.
VII. No robes.
VIII. No atestigües en falso contra tu prójimo.
IX. No codicies la mujer de tu prójimo.
X. No codicies la casa de su prójimo.
En fin, los envidiosos sirven solo a si mismos y aman mas a ellos mismos que al Dios o su prójimo.
Vamos a comparar la palabra “celoso” con la palabra “envidioso”. Son similares pero no iguales. Por ejemplo, imaginen que su vecino compra un carro nuevo, quizás un Cadillac lujoso. Lo vez frente a su casa.
Comienzas a experimentar un deseo para su Cadillac. Eso es totalmente normal. Hasta allí no hay ningún pecado. Todos nosotros queremos cosas buenas. Pero, luego, comienzas a sentir un resentimiento en contra al vecino por haber conseguido un carro tan lujoso. ¿Por qué él? Así inicia los celos. Así inicia la mala división.
Luego, crecen los celos y el resentimiento y su animosidad hacia el. El tiene algo que tu no puedes tener. Eso lo hace a ti sentir desgracia. Mas y mas si tu no puedes tener el Cadillac, entonces tampoco su vecino lo merece, y decides ponchar las llantas del Cadillac o rayar la pintura con una llave. La Envidia se inicie con la división, y sigue al odio. Los celosos experimenten el resentimiento. La Envidia es destructivo. Si permitimos crecer la envidia en nosotros nos separamos de nuestro vecino y nuestro Dios, destruimos la paz, y perdemos nuestras almas y nuestra Vida Eterna.
Otro ejemplo encontramos en el Pecado Original de Adán y Eva. Se acuerda que en Génesis de la Biblia,
“La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho.”
La serpiente representa al Diablo, Satanás, quien tenia envidia por Adán y Eva por su amistad con Dios. Era su intención romper la paz y destruir esta amistad. Satanás no quiere ningún amistad con Dios para el mismo, sino que vino a destruirla para el hombre. El fruto de esa envidia fue cortar la amistad entre el hombre y Dios para siempre.
Por eso la serpiente, Dijo a la mujer:
«¿Es cierto que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín?»
La mujer respondió a la serpiente:
«Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín, pero no de ese árbol que está en medio del jardín, pues Dios nos ha dicho: No coman de él ni lo prueban siquiera, porque si lo hacen morirán.»
Dios estaba haciendo referencia a su Vida Eterna.
Satanás no quiere que tenemos Vida Eterna y mintió a la mujer diciendo.
«No es cierto que morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es.»
La serpiente hizo tentación a Eva con celos y mentiras. Adán y Eva querían lo que tenia Dios mas que querían a El. Ellos codiciaban el fruto que fue prohibido y lo comieron. Era como un robo a Dios. Así se hicieron rebeldes. Por su celo se separaron de Dios y perdieron su Vida Eterna. Por su lado Satanás fue exitoso por su envidia, destruyendo así la amistad entre el hombre y Dios. Fue mentira de Satanás que ellos no iban a morir. Por la tentación de celos a Dios, Adán y Eva perdían la Vida Eterna y luego murieron fuera del Jardín, separado de Dios por su rebeldía.
Para cada uno de los Pecados Capitales existe una virtud que nos permite luchar, con la ayuda de Dios, contra los Pecados Capitales. Para el pecado de la envidia, existe las virtudes de la “Sabiduría” y la “Caridad”. Cuando experimentamos la tentación de envidia, podemos pedir de Dios Sabiduría para ver las cosas como El los vea, no como nosotros los vemos. Y podemos escoger amar nuestro vecino, y ver sus necesidades, no las nuestras.
Como cristianos, la caridad es un ejemplo de nuestra madurez espiritual, y una arma en contra a nuestro pecado mortal. Otra arma importantísimo son los Sacramentos de la iglesia, especialmente la Confesión y la Eucaristía. No se separan de los Sacramentos que Jesús nos dio.
La única persona quien puede separarnos de Dios es nosotros mismos. Dejar que nuestras emociones nos controlen es inmaduro, y abre la puerta al pecado. No cometan el pecado de envidia. Amen a su prójimo como nos dice El Señor.