Cuantas veces he escuchado, “Yo no soy digno”; “Yo no lo merezco”.
Escucho estas palabras cuando invito a alguien considerar seminario, o formación de diáconos, o ser ministro de Comunión o acolito. “Yo no soy digno.”
Así escuchamos a Isaias decir, cuando Dios se revela a el en una visión,
“¡Ay de mi!, estoy perdido,
porque soy un hombre de labios impuros,
que habito en medio de un pueblo de labios impuros, ….”
Isaías esta compartiendo su llamado de Dios a servirle como profeta. El no quería y tenia miedo. Isaias estaba diciendo, “Yo no soy digno!”
Después voló hacia mí uno de los serafines. Llevaba en la mano una brasa, que había tomado del altar con unas tenazas. Con la brasa me tocó la boca, diciéndome:
“Mira: Esto ha tocado tus labios.
Tu iniquidad ha sido quitada
y tus pecados están perdonados”.
O sea, ni pecado es obstáculo para servir a Dios. Dios no llama a los perfectos, sino Dios sana a sus servidores.
Jesús dijo a sus discípulos,
“La cosecha es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo de la cosecha….”
Isaías escucho de Dios su llamada,
Escuché entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Yo le respondí: “Aquí estoy, Señor, envíame”.
San Pedro, su hermano Andres y San Juan fueron pescadores. En el Evangelio, ellos quizás experimentaron la cosecha de pescados mas grande en su vida cuando ellos observaron tantos pescados en su red que casi hundían los barcos. Pescados? Ya fueron ricos en pescados, pero lo dejaban todo.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Simon Pedro estaba diciendo a Jesús, “Yo no soy digno.”
Los tres siguieron a Jesus. Simon Pedro llego a ser Apostol, y el primer Papa de nuestra iglesia.
Quiero compartirles algo de mi vocación. Yo no tenia ningún idea que yo iba ser sacerdote. A igual como San Pedro, yo había sido casado. Yo ya servía la iglesia como diacono permanente, y marido. Nuestros hijos ya fueron grandes cuando mi señora murió de cáncer.
En mis 37 anos casado con Cynthia, aprendí a vivir en amor. Cuando ella se fue, yo tenia que vivir solo, un hombre soltero. Lo encontré muy difícil. Sentía yo un impulso a considerar el seminario, pero ya había cumplido 60 anos de edad. Cuando fui a hablar con el obispo, me dijo que el me estaba esperando, pero no me empujaba, sino me dio tiempo a discernir.
Decidi hacer un retiro de discernimiento, de varios días con otros hombres. Me invitaban ir con ellos cerca a la Basílica de Guadalupe en Tepeyac, en un convento Franciscano. El director del retiro nos pidió cada uno a compartir la razón de nuestro retiro, y para que estuviésemos discerniendo. Yo los explique que yo era diacono, viudo discerniendo el seminario para ser sacerdote. Fue muy noche y fuimos a acostar.
La mañana siguiente yo estaba en la cocina tomando mi café, cuando entro el hermano Franciscano diciendo, “Diacono, sígueme al jardín, tengo un mensaje para ti.” Luego en el jardín me decía, “Diacono, yo no tengo experiencias con sueños o visiones. Yo te digo el mensaje para ti, pero no me preguntes explicarlo.”
Continuo, “Anoche yo estaba rezando a para Uds. en retiro, para acompañarles en sus discernimientos. En la noche, en mi sueño, vino la Senora de Guadalupe a mi. Ella dijo,
“Dile al diacono que lo voy a esperar en el altar.”
Y,
Dile que reza para un corazón que escucha.”
En este momento mi discernimiento se aclaro.
Cuando yo venia por primera vez a ser su párroco, Yo les decía,
“Vengo a caer enamorado con Uds. No se como.”
Yo les decía,
Estoy enamorado. Estoy locamente, profundamente, completamente lleno de amor.
Reconozco las síntomas porque ya he estado enamorado anteriormente. He estado enamorado de una mujer.”
Ahora entiendo. Dios me estaba preparando en cada momento a vivir mi vocación del momento. Primero, mi vocación era como marido en matrimonio; pero después a ponerme en sus manos a decirle a El como Isaías, cuando,
Escuché entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Yo le respondí: “Aquí estoy, Señor, envíame”.
Esto ha sido algo semejante a mi vocación. Dios nos llama a todos a servirle, si nos sentimos dignos o no. No importa.
Yo les invito a todos Uds. a considerar su vocación. ¿A matrimonio? Que bien, pero lo hace bien fiel e entregado a su pareja. ¿Al convento, para mujeres? Que bendición, pero conociendo que es ser consagrado a Jesús como marido. ¿Al diaconado? También es bonito, aunque su matrimonio viene primero.
¿Laicos en la parroquia? ¡ Excelente!
No tiene nada que ver con el dicho, “Yo no soy digno”. Absurdo. Mejor decir como Isaías,
“Aquí estoy, Señor, envíame”.