Hoy celebramos la Presentación del Señor.
Hoy escuchamos al ultimo profeta del Antiguo Testamento, Malaquías predicar del Mesías, mas de 400 anos antes del nacimiento de Jesús y su Presentación en el Templo,
De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan….
El pueblo Israel esperaba al Mesías, quien fue predicado por los profetas.
En el día de la Presentación del niño Jesús por José y María, escuchamos que,
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, … el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor.
Simeón cumplió la profecía de Malaquías cuando José y María presentaban al niño en el Templo.
Es curioso contemplar el Templo. El primer Templo, construido por Solomon, el hijo del Rey David poseía el Arca del Señor, el “arca de alianza”, que contenía pan del cielo y las tablas de los Diez Mandamientos. Ese Templo fue destruido por los ejércitos de Babilonia casi seis siglos antes de Cristo. El Arca desapareció y el Templo fue destruido porque los Israelitas se hicieron corruptos y rebeldes a Dios. La nación de Israel permitía, generación tras generación contaminación de sus vidas, sus morales, y el Templo con ídolos paganos, sacerdotes corruptos y sus vidas inmorales. Dios mando la nación de los judíos en exilio a Babilonia como penitencia.
Setenta anos después, la nación de los judíos, los que quedaban de la nación de Israel regresaba de exilio otra vez a Jerusalén. Decidían reconstruir el Templo de Dios. Pero, faltaba una cosa importante. El segundo Templo no contenía el Arca de Dios. Era un edificio vacío.
Ahora, siglos después, cuando Jose y María presentaban el Nino Jesús en el Templo, es la primera vez que ese segundo Templo recibe por primera vez el Arca de Dios. María es el Arca de Alianza, el Tabernaculo de Dios. Ella había llevada a Jesucristo en su seno. Y Simeón declaro que Dios ya había mandado a su Mesías al Israel en el niño Jesús. Ya estaba nuevamente nuestro Dios en el nuevo Templo.
Volvemos al profeta Malaquías, siglos antes de la Presentación.
Aunque los judíos habían regresados de su exilio y tenían su Templo nuevo, y cayeron nuevamente corruptos. Malaquías notaba seis categorías de corrupciones en el pueblo:
- Los sacerdotes habían vueltos corruptos
- El culto de su religión había vuelto mundano y rutinario
- El divorcio fue demasiado común entre los judíos
- El pueblo ignoraba la justicia social
- El pueblo había ignorado sus diezmos
- Surgió una crisis en paternidad, corrupción entre padres de familia
Malaquías denunciaba al pueblo por estas corrupciones. Jesús también enfrentaba las mismas corrupciones, como todavía hacemos hoy.
Ahora, nosotros, ¿como vamos a vivir limpios de estas corrupciones? Por eso Jesús estableció la Iglesia, con los sacramentos, ensenando que debemos seguir a los mandamientos de Dios. En su Iglesia estamos continuamente aprendiendo como vivir en el Reino de Dios, como parroquianos, feligreses.
Ahora, ¿que es un parroquiano? Un feligrés es cualquier persona que desea unirse a Jesús en su Reino, aquí en la tierra.
Cada vez que recibimos la Eucaristía, nos unimos en comunión con él. Pero también nos unimos en comunión entre nosotros, los unos con otros, en la Iglesia, cuando recibimos de su Cuerpo y Sangre. A través de la Eucaristía nos unimos en una sola Iglesia, aquí en nuestra parroquia.
En el Libro de Hebreos escuchamos cómo Jesús se hizo hombre como nosotros para salvarnos de esclavitud a la muerte y del Diablo. San Pablo nos decía,
Hermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por eso, Jesús quiso ser de nuestra misma sangre, para destruir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su vida.
Jesús murió y venció la muerte. Como parroquia, juntos, escapamos de la esclavitud del miedo a la muerte. Juntos, ya no somos esclavos. Juntos nos apoyamos unos a los otros.
Sin embargo, se espera que cada uno de nosotros respondamos a Jesús. Jesús estableció su Iglesia como un pueblo de Dios. Esta salvación no es privada, solo entre mi y Dios. Eso es parroquia. Juntos recibimos la Palabra de Dios, la Palabra de Vida. Juntos aprendemos a seguir los mandamientos de Dios. Juntos nos convertimos en Iglesia y parroquia, cuando compartimos su Cuerpo y Sangre. La iglesia es donde Jesucristo habita entre nosotros con el Espíritu Santo, aquí en nuestra parroquia. Es absurdo pensar que podemos tener a Jesús sin la Iglesia.
Como parroquianos, juntos rechazamos la corrupción. Juntos apoyamos a nuestra parroquia. Debemos decirle a Dios y a su Iglesia, que estamos aquí. “Aquí estoy, señor. Vengo a hacer tu voluntad «. Debemos decir activamente a nuestra comunidad de la Iglesia: «¡Pueden contar conmigo!»
¡No pueden esconderse de la Iglesia y esperar estar a salvo!
Aprendemos de la Biblia que no existe tal cosa como la religión privada. Los sacramentos de nuestra Iglesia no están disponibles para personas ajenas a la Iglesia. Solo dentro de la Iglesia que podemos recibir la seguridad, aquí, en nuestra parroquia, como feligreses.
En la Presentación observemos que Jesús se hizo como nosotros, para que nosotros, en su Iglesia, pudiéramos unirnos con él. A través de él y con él juntos vencemos al Diablo y la muerte, juntos como parroquianos. Yo necesito a Uds., y Uds. necesitan a mi y unos a los otros en su parroquia. Por lo tanto, debemos responder a Dios y a nuestra Iglesia, nuestra parroquia,
“¡Aquí estoy, Señor! Pueden contar conmigo. Vengo a hacer tu voluntad.»
No tengan miedo a decir a su parroquia, su Iglesia, ¡“Aquí estoy! Soy parroquiano. ¡Pueden contar conmigo!”